3/28/2014

"Zitarrosa" en Página 12


espectaculos
Martes, 25 de marzo de 2014
HISTORIETA  › ZITARROSA, DE RODOLFO SANTULLO Y MAX AGUIRRE

Otra leyenda para un cuadrito

El guionista uruguayo y el dibujante argentino realizaron una evocación sentida y cariñosa del autor de “Doña Soledad”. Un homenaje que apunta más al hombre que a la figura pública, lo que termina dándole un cariz distintivo a la obra.

 Por Andrés Valenzuela
Hay un terreno difuso en Zitarrosa que escapa los límites precisos del género. No es un documental, pero está producido como uno. No es ficción, pero tanto el guionista uruguayo Rodolfo Santullo como el dibujante Max Aguirre debieron echar mano a su intuición en algunos pasajes para llenar los huecos que el relato oral deja vacíos. No es un tributo, exactamente, y tampoco la figura del mítico cantautor uruguayo es ensalzada sin atenuantes. Zitarrosa es, en todo caso, una evocación sentida y cariñosa por un artista fundamental de la cultura latinoamericana. Una evocación que se hace desde el hombre, antes que desde la figura pública, y en ello reside su mayor virtud.
El volumen, publicado en Argentina por LocoRabia (originalmente coeditado en Uruguay entre Estuario Editora y Grupo Belerofonte, con el apoyo de los fondos concursables para la cultura), reúne diez anécdotas ilustradas que pintan al cantante de cuerpo entero, tanto en sus mejores pasajes como en sus momentos de capa caída. Las anécdotas surgen de quienes lo trataron en el llano: colegas, compañeros de militancia, yunta hermanada por la distancia, artistas y circunstanciales conocidos. Previas a los shows con el hombre pasado de copas, la tristeza deshilachada del exilio. La vez que se excusó de tocar para el partido diciendo que su representante pedía 20.000 dólares para tocar y la vez que se fue a tocar a la esquina porque el dueño de un teatro le escamoteó la plata que le debía. O de ese asado de despedida en el que le habían pedido que cantara y se quedó jugando al truco y comiendo un choripán en el desván, porque quería una despedida íntima antes de volar a México por quién sabe cuánto tiempo. También hay un capítulo curioso que retrata la entrevista que Zitarrosa le hizo a Onetti durante sus incursiones periodísticas.
Desde lo narrativo, el trabajo de Santullo y de Aguirre no muestra fisuras. Hay un gran esfuerzo de investigación detrás de cada página del libro y en ambos se advierte la solidez ganada como historietistas. Los datos que vuelcan no son duros ni entorpecen la narración, ni las anécdotas se comen al protagonista del libro. En lo gráfico hay una muy buena reconstrucción de época y Aguirre alterna tramas, composiciones de página y planos para llevar la narración a buen puerto. Quizá el único problema de la edición argentina del libro es que el coloreado está planteado en distintos tonos fuertes de cian, mientras que la original uruguaya era en verdes más sobrios.
En esta obra lo que consigue la dupla es que el lector que ya conocía a Zitarrosa vaya a buscar sus discos. Que el que no lo había escuchado lo busque. Y que todos lamenten no poder compartir ya un vino con él.
Subrepticiamente, Santullo y Aguirre deslizan datos sobre la vida de su célebre protagonista, pero no se ceban en ellos. Lo importante es el recuerdo que los otros tienen sobre su figura y la construcción que realizan es más emotiva que factual. Por eso mismo resulta imposible no emocionarse en pasajes como el quinto capítulo, dedicado a una presentación en el exilio en la que el Zitarrosa historieta “canta” sobre las imágenes de la dictadura militar uruguaya. Como tampoco se puede evitar compadecerse del hombre triste que no habla ni ríe cuando almuerza con sus huéspedes, hasta que su tocayo Sabat le regala una caricatura. Y del mismo modo, es imposible no rendirse ante ese hombre borracho que, en el velorio de su ídolo, llora: “él cantaba para todos”.

3/27/2014

"El Club de los Ilustres" en 365 Comics por Año

 EL CLUB DE LOS ILUSTRES

Retomo mis habituales paseos por la historieta latinoamericana actual y arranco por Uruguay, para encontrarme con una extraña creación del prolífico guionista Rodolfo Santullo, esta vez junto al dibujante Guillermo Hansz (quien lo acompañara en el unitario que vimos en la Antología Zombi).
El Club de los Ilustres respeta casi religiosamente la consigna de The League of Extraordinary Gentlemen. Es una aventura clásica, ambientada a fines del Siglo XIX, con protagonistas a los que el lector (uruguayo) ya conoce a la perfección, y con un elemento novedoso: los héroes y villanos no son personajes de ficción, sino hombres y mujeres que existieron en la realidad, no tomados de la literatura uruguaya, sino de la historia del país hermano. Una vez más, un guionista charrúa nos invita a leer historietas con los libros de historia a mano, sobre todo a los que –como yo- desconocemos bastante la materia. De la decena de personajes con los que juega Santullo, yo sólo conocía a uno de los héroes y al villano más grosso, al que se revela casi sobre el final de la obra.
Por suerte, el dato de que estos personajes existieron en la realidad (y más o menos en la misma época) es casi anecdótico. No hace falta conocer la vida y la obra de José Pedro Varela para engancharse con la historia, ni para entender por qué cada uno de estos tipos hace lo que hace. Por encima del guiño al conoisseur, está la aventura, que funciona muy bien y te atrapa desde el principio, aunque no tengas la más puta idea de quién es Delmira Agustini. Santullo te la presenta suscintamente como una mina audaz, corajuda y con muchos recursos, y ya está. Con eso alcanza y sobra para entender todo lo que va a hacer Delmira en la historieta.
La aventura en sí es bastante más light que las de los Extraordinary Gentlemen de Alan Moore y Kevin O´Neill, en parte porque Santullo la desarrolla (con introducción, nudo y desenlace) en menos de 75 páginas, y porque hay un clima más distendido, más festivo. Lo que está en juego no es moco de pavo (los héroes tendrán que desactivar una conjura que planea derrocar al presidente Cuestas mediante un golpe de estado), pero el tono de la obra deja margen para varios diálogos claramente en joda y
unas cuantas situaciones más cómicas, de esas que metían Hergé o Franquin a modo de respiro, de recreo, en el medio de las trepidantes aventuras de Tintín o Spirou.
La referencia a Spirou sirve también para hablar del dibujo de Guillermo Hansz, claramente influenciado por el del maestro André Franquin. Como esto está pensado para blanco y negro, la mancha, la pincelada y hasta la laguna de tinta tienen mucho más peso gráfico que en cualquier álbum de Spirou. Sin embargo, los personajes se ven y se mueven de un modo muy similar a los de Franquin: Manos grandes, orejas enormes, cabezas un toque desproporcionadas para que se luzcan más las expresiones faciales, piernas flaquitas, pies largos y un lenguaje corporal siempre cercano a la pantomima, simepre propenso a la exageración con fines humorísticos. En este estilo, Hansz logra una performance muy notable, con un gran criterio para la narrativa, mucha versatilidad en la planificación y el armado de las páginas (en Spirou jamás vimos el truco de acentuar el impacto de ciertas imágenes mediante la eliminación de los marcos de las viñetas, entre otros recursos que despliega Hansz). Además está muy bien recreado el período histórico y sobre todo hay mucho énfasis por parte del dibujante en respetar y subrayar el clima de “es una aventura a todo o nada, pero no por eso hay que tomársela demasiado en serio” que claramente transmite el guión de Santullo.
Si no le entrás con altísimas pretensiones, el combo que te ofrece El Club de los Ilustres funciona muy bien. No es un comic fundamental como The League of Extraordinary Gentlemen, pero es un entretenimiento dignísimo, con un muy buen ritmo, diálogos muy ingeniosos y una atención muy especial puesta en la diversión. La idea de Santullo y Hansz es que -aunque no seas un erudito, incluso aunque seas una bestia cuadrada que no sabe ni siquiera quién es Horacio Quiroga- la pases bien, te sientas involucrado en este relato steampunkero de buenos y malos. Por suerte, esta meta se cumple con creces, tanto que me dieron ganas de googlear los nombres de los personajes que no conocía, a ver quién carajo eran y de dónde sacaron la chapa para ser considerados “ilustres” por los autores de este comic...

Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2014/03/23-03-el-club-de-los-ilustres.html

3/19/2014

"Testimonios Oscuros" en la diaria




Luz y tinieblas
Para empezar por lo más evidente: una mirada rápida a Testimonios oscuros, el primer libro de Fernando Ramos, deja claro el enorme talento de su autor como dibujante. Es un lugar común comparar su estilo con el de Mike Mignola (creador de Hellboy y autor, entre otras, de esa belleza de novela gráfica que es Gotham luz de gas), en tanto el parecido entre el trabajo de ambos artistas es verdaderamente notorio, pero sería un error reducir el arte de Ramos a lo epigonal o incluso la parodia u homenaje. En sus mejores momentos, y también los más idiosincráticos, de hecho, Ramos parece acercarse a cierta abstracción enormemente expresiva, que hace un uso virtuosístico del blanco y negro en alto contraste (un poco a la manera, salvando las diferencias de estilo y para mover coordenadas locales, del Matías Bergara de los mejores momentos de Las andanzas de Vlad Tepes) y construye viñetas que, en sí mismas, colocan al libro entre lo más atendible de la historieta uruguaya reciente. Y basta como ejemplo la maravilla minimalista (y enorme acierto composicional) de la quinta viñeta de la página 19, aunque al mismo nivel, o quizá incluso superior, está casi todo lo que puede verse en la tercera de las historias compiladas en este volumen.
 
Una siguiente leída o releída de los cinco relatos que integran el libro, sin embargo, permite otras reflexiones. El libro fue publicado gracias al apoyo de Fondos Concursables para la Cultura, como buena parte de la producción historietística local de los últimos 5 o 6 años; como casi todos los proyectos facilitados por los Fondos Concursables en la historia de la categoría Relato Gráfico, Testimonios oscuros apela a una serie de estrategias de legitimación que, en gran medida, son un requisito más o menos claro a la convocatoria, entre ellos el ocuparse de temas de interés social o incluso político, casi siempre también de corte histórico, además de ofrecer un proyecto sólido y viable estética y comercialmente. Y podemos pensar, asumiendo por supuesto el riesgo de la simplificación excesiva, en esas dos dimensiones  (la legitimación en tanto producción de narrativas pertinentes y la viabilidad pensada como profesionalización de la tarea del historietista) como, de alguna manera, dos de las fuerzas que permanentemente trabajan para dar forma a la escena historietística local. 
 
En el caso de Testimonios oscuros está claro  el conjunto de estrategias elegido por Ramos para apuntalar su proyecto. Convoca, por ejemplo, a dos guionistas locales de probada experiencia, Rodolfo Santullo (Dengue, El club de los ilustres, Valizas) y Pablo “Roy” Leguisamo (Morir por el Che, Las partes malas, Vientre), ambos eminentemente “profesionales” en su actitud, ambos editores, ambos veteranos de varias convocatorias de Fondos Concursables, para que aporten los guiones de dos de las historias, la de Edu Molina (a cargo de Leguisamo) y la de la Tragedia de los Andes (a cargo de Santullo). A su vez, en lo referente a la legitimación o pertinencia, la elección de los temas en Testimonios oscuros no es menos clara; la propuesta apunta a historias que han dejado una huella especialmente profunda en el imaginario colectivo: la Tragedia de los Andes, el Holocausto, el incendio en Cromañón y, quizá en menor medida pero para nada ajenos a estas coordenadas, el caso de la desaparición de Natalia Martínez en 2007 y, por último, el de la bala que recibió Edu Molina para salvar la vida de una niña. Es fácil, entonces, pensar en un denominador común a estas historias y, desde esa idea, leer el título del volumen. Es decir, tenemos testimonios –es decir: los implicados en las historias nos narran qué fue lo que pasó, con el inevitable y deseable componente de subjetividad- y tenemos tinieblas: momentos difíciles, que cambian vidas y se vuelven ejemplos de la adversidad. Habría, entonces, quizá algo de didáctico en el proyecto de Ramos, en tanto se nos mostrará cómo se las arreglan los seres humanos para salir adelante incluso en las peores circunstancias. Ese propósito, claro está, no es ajeno a buena parte de las ficciones más canónicas de la literatura y también de la historieta; Ramos, en todo caso, propone una selección, nos señala cinco circunstancias que supone especialmente significativas para nosotros en tanto comunidad. Se trata, entonces, de un libro que se busca serio, que pretende decir cosas, que apela a hechos históricos para lograr un propósito si no edificante al menos movilizador. Y no es necesario aclarar que en líneas generales el propósito de emocionar está logrado, y que en ese sentido el arte gráfico de Ramos logra, en este libro, un triunfo apreciable.
 
De hecho, los defectos más evidentes del libro no competen al dibujante, más allá, claro está, de su decisión de incorporar a su proyecto esos elementos que se convierten en fallas flagrantes. Lo peor del libro, entonces, son los textos que acompañan las historias y sirven a modo de introducción, explicación o comentario, en particular el primero de todos, que refiere al libro en general y, firmado por el excelente dibujante Ignacio Calero, se vuelve un derroche de lugares comunes, sabiduría de pacotilla y de perogrullada y eso que llaman “experiencia de vida”. En cuanto a los clichés, tenemos la archimanida apelación a “contarnos historias, reunidos en torno a un fogón al principio” (p.6, las itálicas son mías) y para la apelación a la “experiencia”, hacia la mitad del texto (p.7) leemos, “eso es lo que hace uno con las metas, las mira fijo a la distancia, sin perderle mirada, siempre a tiro, para de esa manera salvar los obstáculos…”. 
 
Lamentablemente, es este tono ampuloso o innecesario contamina por momentos a otros de los textos sumados al libro. La sección sobre la tragedia de los Andes, por ejemplo, incorpora un epílogo de uno de los sobrevivientes, Roberto Canessa, que funciona acaso como manera de “oficializar” la narración o incluso garantizar la seriedad del relato ofrecido; es posible que Ramos se haya sentido obligado a incorporar palabras de uno de los sobrevivientes, pero, a la vez, esa suerte de aprobación es en última instancia innecesaria; en cualquier caso, el texto no incomoda y Canessa resuelve su lugar  (un lugar difícil, en última instancia, ya que sugiere cierta mirada supervisora al proyecto narrativo de Ramos y su guionista) con soltura. Sigue la historia de “Luz”, equivalente de la de Natalia Martínez, y su epílogo quedó a cargo de Andrés Fontini, quien por momentos acierta en el aporte de información que el lector puede no manejar y que sirve al propósito general del libro, aunque, a la vez, en el primer párrafo y en el último esa vocación de solemnidad retórica ya mencionada en relación al prólogo de Calero termina por restar eficacia al texto. En ese sentido, más cerca del blanco impacta el epílogo a la historia de Cromañón, escrito por Rodolfo Santullo; aquí, de hecho, encontramos una visión de la tragedia ligeramente diferente (y complementaria) a la ofrecida en la historieta, lo cual obra en favor del propósito del libro al subrayar la naturaleza subjetiva del testimonio llevado a las viñetas. La sobriedad de Santullo, además, contrasta con el entusiasmo retórico de Nacho Iglesias, quien ofrece el epílogo a la historia vinculada al Holocausto; en última instancia, Iglesias se enfrenta con un tema sobre el que se ha dicho mucho y sobre el que tan difícil es decir algo realmente significativo; su elaboración sobre el arte, en última instancia, si bien parece entregarse a cierto romanticismo un poco kitsch, nos ofrece una perspectiva complementaria –y por lo tanto no gratuita, no innecesaria- al crudísimo y excelente trabajo de Ramos. Por último, el aporte de Santiago Echeverría, presentado como epílogo (como “carta abierta”, en rigor) a la historia de Edu Molina, se lee como el más sentido y emocional.
 
Unas últimas palabras sobre los guiones. Dejando de lado los de Leguisamo y Santullo, marcadamente los más competentes, los otros tres quedaron a cargo del propio Ramos. Y su trabajo, si bien no logra evitar cierto aire de principiante, logra salir adelante y presentarse como una gran promesa de un futuro buen hacer. Si bien en general adopta la fórmula de incorporar un narrador (en lugar de pautar la narración mayoritariamente en los diálogos, como hacen Santullo y Leguisamo), lo cual le recorta ciertas posibilidades expresivas y de fluidez del relato, al ser presentado el libro como un conjunto de testimonios, esa primera persona recurrente y profusa (hay páginas, las 34-35 por ejemplo, que parecen excesivamente cargadas de texto) se vuelve un elemento decisivo a la hora de dar forma al proyecto de Ramos. En ese sentido, entonces, los guiones del dibujante, quizá todavía inseguros o no carentes de defectos, son extremadamente funcionales al objetivo del libro, y evidentemente un punto a favor de Fernando Ramos.
 
Ramiro Sanchiz
Publicada en La Diaria el 14 de marzo de 2014

3/14/2014

"Testimonios Oscuros" en Zona Negativa



Testimonios oscuros_belerofonte Testimonios Oscuros, de Fernando Ramos (y otros). Grupo Belerofonte, Estuario Editora (Uruguay); rústica. 96 páginas.

Las narraciones de drama, sea en el medio que sea, tienen algo de masoquismo. Uno las sufre, como dramas que son, pero a la vez las disfruta por las emociones que generan, porque nos hacen sentir vivos a través de estas, porque nos identificamos con sus protagonistas y lo que a ellos les sucede. Precisamente esto consigue Fernando Ramos a través de cada una de las cinco trágicas historias que componen Testimonios Oscuros.
Todas las narraciones incluidas en este libro están basadas en hechos reales, algunas adaptando lo que verdaderamente sucedió, otras resumiéndolo y presentándolo en forma de relato (gráfico) breve, otras tomando un hecho concreto que ayuda a presentar lo sucedido; pero todas ellas contienen lo esencial del testimonio en que se basa. De esta manera, transmiten las emociones genuinas que generan o generarían la historia real, a pesar de estar más o menos ficcionalizadas y llevadas a los lectores mediante narrativa secuencial y dibujada.
Estas cinco tragedias relatadas corresponden al accidente aéreo en Los Andes de los jugadores de rugby uruguayos (famosamente presentado en el filme ¡Viven!), a la desaparición de una joven en medio de sus vacaciones veraniegas, al Holocausto que tuvo lugar en la Segunda Guerra Mundial, a un adolescente que perdió la movilidad de sus piernas por un balazo, y al incendio producido al comenzar el concierto del conjunto de rock Callejeros, en el lugar llamado Cromañón.

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Respecto a la ejecución de estas cinco historias, si bien tiene colaboradores en algunas de las tareas (destacando en los guiones a Rodolfo Santullo y Pablo Roy Leguizamo en dos de ellas), la mayor parte del trabajo de este libro recae sobre Fernando Ramos, presentándose por tanto como un autor muy interesante. Su mayor logro en cuanto a guiones (el cual comparte con los mencionados) radica en dar justo en la tecla para presentar cada relato de modo que sea efectivo y muestre lo que tenga que mostrar, desde una narración tradicional en la historia del joven baleado, hasta una realizada mediante un testimonio judicial como es en la de Cromañón. En los dibujos consigue el aspecto preciso y apropiado para su libro, con un estilo de dibujo realista, un diseño de página rígido predominando las viñetas rectangulares, y apelando a un blanco y negro constante, sin grises, dando el mismo tono emocional también en lo gráfico.

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Acompañando a cada una de estas, se incluye un epílogo que ilustra con los hechos reales a la ficción que se presenta en las historietas, tal vez con fines informativos, pero también haciéndonos notar que la realidad en la cual se inspira aquella es aún más dura y conmovedora, aunque en nuestra cotidianidad puede pasar de largo.
No es este un libro fácil, pero es un libro artísticamente notable, entendiendo al arte como algo más que cómo está logrado lo escrito y lo dibujado: el arte en su capacidad de afectar a otro. Esta es de esas obras que no te permiten pasar de largo, es de esos libros que no se pueden dejar a un costado al terminarlo como si nada hubiera pasado, porque por el contrario mucho sucede a lo largo de estas páginas. No solamente por lo trágico de lo que se cuenta, sino también porque pone cierto énfasis en la capacidad de los seres humanos de sobreponerse a las dificultades, brindando cierta esperanza que aliviana un poco las sensaciones, y a la vez lleva a la reflexión.

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No es posible leer Testimonios Oscuros y seguir con la vida cotidiana inmediatamente, porque logra golpearnos emocionalmente, y no una vez sino cinco. Se sufre con su lectura, para qué negarlo, pero se agradece también que exista una historieta que genere esto.

Mariano Abrach
http://www.zonanegativa.com/historietas-desde-latinoamerica-16-resenas-breves-fierro-89-testimonios-oscuros/

3/13/2014

"Shankar Vol. 2" en 365 Comics por Año

Un año y una semana después de haber reseñado el Vol.1 (pasó por acá el 03/03/13) me sumerjo en el segundo tomo de esta monumental obra de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena.
Acá cambia un poquito la lógica del Vol.1. Ya no hay sagas tan precisamente definidas como en la primera mitad, en la que cada arco duraba exactamente 60 páginas y luego se desactivaba. Ahora Mazzitelli traza tres arcos de 60 páginas y uno mucho más extenso, todos bastante enganchados entre sí. Pero además los arcos “normales” son más complejos, no se los puede identificar (como antes) como “el de Japón”, “el de China”, o así. Acá cada arco argumental combina varios elementos importantes y varias ambientaciones históricas y geográficas. El resultado es una especie de sobredosis de data, de referencias a obras literarias, relatos mitológicos, canciones, películas y hasta historietas. La dupla no se priva de nada y mete en estas 300 páginas tantos guiños y referencias que para enumerar y explicar exhaustivamente cada una de ellas haría falta otro libro de 300 páginas.
Por suerte esto está piloteado con mucha cintura por parte de Mazzitelli. No se lee como la canchereada del pibe que estudió mucho y levanta la mano en clase para lucirse por sobre sus compañeros. Lo jodido es que toda esta gigantesca masa de referencias no opaque a la aventura, y ahí es donde el guionista pelea duro (y se despeina más que el propio Shankar) para arrimar al empate. A este festival de las ideas, repleto de lirismo, sofisticación y sana erudición, le faltan conflictos un poco más fuertes. Mazzitelli evita las luchas entre malos y buenos como si fueran cancerígenas. La aventura de Shankar va por otro cauce, el de la búsqueda.
Se trata de un héroe que más que combatir, inquiere. Busca la verdad, la revelación de los misterios ancestrales de las distintas culturas. Y cada vez que un sabio, un dios, una aparición espectral, o un bicho raro le habilita una posta, Shankar va hasta el fondo para investigarla. “Los secretos se te revelarán en la Isla de la Garompa”, le dice alguien. Y Shankar va a la Isla de la Garompa. Ahí alguien le tira “La verdad está en el Reino de los Sueños”, y Shankar se duerme y visita el Reino de los Sueños. Y así, de acá para allá, siempre con un velo de ambigüedad, con una onda zen, tipo “la posta se te va a revelar cuando la tengas frente a tus ojos”. Cada tanto hay machaca y la saga más larga (para mi gusto, la mejor) termina con un conflicto tenso, a todo o nada, en el que está en juego el mundo entero. Pero el carácter épico de la saga no está enfatizado, a Mazzitelli le gusta más la parte más introspectiva, o esas sentencias enormes, tremendamente bien escritas, en la que algún personaje define a la perfección las pasiones y las pulsiones que llevan a los humanos a buscar la aventura, el poder, el amor, el arte.
Lo único que no me cerró mucho es que el libro termine con una saguita que es un flashback a la infancia de Shankar. Tendría que haber terminado con el final de la saga más larga, la del “Falso D´Artagnan”, que es la que tiene el desenlace más fuerte, más impactante. Quizás en Italia se publicó así, primero la del “Falso D´Artagnan” y después el flashback. Pero hubiera estado piola invertir el orden y cerrar con algo más power.
Como siempre, me faltan las palabras para hablar del trabajo de Alcatena en la faz gráfica. Esto desafía todos los conceptos, es genialidad en estado puro. La narrativa, los detalles milimétricos, la imaginación pasada de rosca para imaginar lugares y criaturas, el rigor documental para recrear escenarios y personajes que existen o existieron... el plumín mágico de Alcatena domina de taquito todas esas disciplinas y muchas más y nunca, pero nunca te deja de sorprender. Creo que ese es el único misterio ancestral que le falta resolver a Shankar: cómo carajo hace Alcatena para dibujar tan bien y que todo eso que dibuja sea funcional al relato y no una mera paja visual.
Shankar es una obra rara, distinta, que deja un montón de zonas grises, enigmáticas, pobladas de elementos que no se terminan de explicar. También es una obra de infrecuente belleza, tanto en los textos como en las imágenes, a la que le sobran méritos para romperla mucho más allá de los dos países en los que se publicó hasta ahora. Y sí, claro, habrá más Alcatena y Mazzitelli en los próximos meses, acá en el blog.
 
Andrés Accorsi
 
http://365comicsxyear.blogspot.com/2014/03/12-03-shankar-vol2.html 

3/10/2014

"Novelas Ejemplares" en la diaria

 

Historietas ejemplares



Puede resultar curiosa la publicación de un libro que compila historietas basadas en las Novelas ejemplares de Cervantes y que reúne para semejante tarea historietistas de Argentina, Brasil, España, Francia y Uruguay. Mucho se puede escribir sobre la narrativa gráfica y la necesidad de legitimación de un género presentado como menor durante buena parte de su historia, y si leemos la producción historietística uruguaya de los últimos años parecen asomar líneas como la inclusión de prólogos que reafirmen la pertinencia de la obra en cuestión y, especialmente, el lugar de destaque que ha ocupado la historieta histórica. Cabe pensar, entonces, que acercarse al canon literario adaptando sus obras más o menos centrales posibilita todavía otra vía de legitimación, y la idea no es extraña a la nueva historieta uruguaya. Grupo Belerofonte, por ejemplo, seguramente la editorial más y mejor establecida de la escena historietística local, propuso hace ya unos cuantos años la adaptación, a cargo de Renzo Vayra, de Juan el zorro, a la vez que Rodolfo Santullo, su director, ha guionado adaptaciones y recreaciones de Onetti, Lovecraft y Bram Stoker.
En el caso de las Novelas ejemplares la excusa es los 400 años de la primera edición de las obras y la ocasión de ofrecer, según leemos en el prólogo incluido en el volumen, “una relectura de las mismas desde su interacción con otros lenguajes”. Y también cabría pensar en el movimiento opuesto al comentado más arriba y pensar en el canon literario, con su catálogo de obras consagradas en ámbar o pozos de brea, haciendo el intento de acercarse a un lenguaje digamos “contemporáneo” y vital, y a un nuevo público.
En cualquier caso, si nos quedamos con la idea de “interacción” y “relectura”, el resultado de ese proceso es particularmente interesante.
De las 12 novelas, por ejemplo, 5 apelan al diálogo con géneros narrativos. Así, sin duda alguna la mejor de este subgrupo, “La ilustre fregona”, a cargo de Rodolfo Santullo y Lisandro Estherren, recrea la ficción cervantina en un contexto propio al narcocorrido, con su mitología y escenografía características. Por otro lado, “La gitanilla”, con guión de Alejandro Farías y arte de Muriel Frega, apela a un escenario de ciencia ficción en el que buena parte de la humanidad (los “normales”) viven de acuerdo a pautas prediseñadas que incluyen control de natalidad y nacimientos in vitro; se trata de un lugar común de la ciencia ficción distópica, y en el trabajo de Farías los “gitanos” son aquellos que eluden esa normativa a la vez que viven de modo idéntico a los gitanos de Cervantes… por lo que por momentos parecería que, a los efectos de la recreación de la novela, la escenografía cienciaficcionera aporta poco y nada. Federico Grenauer y Hurón intentan, en “La española inglesa”, una apelación al horror o a la fantasía oscura y ominosa, y el resultado deja un poco que desear, quizá por la manera en que fue resuelto el final de la novela en el contexto elegido, mientras que “La fuerza de la sangre” (guión de Diego Cortés y arte de Leo Sandler) y “Las dos doncellas” (Guión de Javi Hildebrandt y arte de Diego Rey) dialogan con las telenovelas y ofrecen recreaciones sólidas y disfrutables.
Dos, una de ellas la ya mencionada “Las dos doncellas” y la otra acaso la mejor del libro, “El licenciado Vidriera”, con guión de Federico Reggiani y dibujos de Fabián Zalazar, apelan a alguna forma de metanarrativa y se convierten en los momentos más interesantes de la propuesta; en el caso de “Las dos doncellas” buena parte de la narración aparece bajo la forma de una telenovela visionada por dos señoras que reaccionan a los acontecimientos representados, mientras que en “El licenciado Vidriera” opera un comentario permanente que va esclareciendo ciertos aspectos de la novela. El recurso de Reggiani puede leerse como una referencia al uso que reciben determinados objetos textuales tan canónicos como las Novelas ejemplares o, al menos, a una forma de lectura que se impone gracias a la distancia entre nosotros y el texto en cuestión; así, “El licenciado Vidriera” es claramente la más compleja de las adaptaciones o recreaciones, por incluir en su entramado mismo una operación de lectura y un diálogo con la tradición.
Otra buena porción del libro propone adaptaciones más “fáciles” (sin que el adjetivo implique un sentido peyorativo, claro está), en tanto se trata de acercamientos de la narrativa cervantina a tiempos más digamos “contemporáneos”. Así, “Rinconete y Cortadillo” (guión de Alejandro Farías y arte de Otto Zaiser) propone una deliciosa traducción de la novela de Cervantes a una suerte de neopicaresca villera (lo cual, en cierto modo, podría pensarse también como en la apelación a un género). Otras adaptaciones con giro a lo contemporáneo son la buenísima “El celoso extremeño” de Luciano Saracino (guión) e Infame & Co (arte) y la atractiva y graciosa “La señora Cornelia”, con guión de Roy y arte de Maco; de hecho, en este relato  por momentos es fácil sentir que el estilo o las maneras de Maco, tan deslumbrantes en Aloha, su primer libro, pueden sentirse como un poco forzadas, innecesarias o inmotivadas (aunque esto no va, en rigor, en detrimento del disfrute del relato) en una historieta de corte más netamente narrativo. También dentro de la zona contemporánea está “El casamiento engañoso”, quizá una de las adaptaciones más ingeniosas y disfrutables, con la estrella de rock vetusta y decadente propuesta por Alejandro Farías y dibujada –con gran acierto– por Víctor Zelaya. Es cierto, de todas formas, que algunos de los textos propuestos dentro de la zona de los géneros, en particular las dos historietas que dialogan con las telenovelas, también instalan la ficción en tiempos que aparecen como contemporáneos.
De las dos restantes quizá la mejor sea “El amante liberal”, con guión de Thomas Dassance y dibujos de Marcos Vergara, quien ofrece aquí uno de los momentos más disfrutables del libro desde el punto de vista del arte gráfico. Aquí la adaptación lleva la ficción cervantina a un contexto japonés que funciona bien en líneas generales aunque, por momentos, el tono de los textos suena poco fluido. La última, “El coloquio de los perros”, es la más notoria recreación (como opuesto a “adaptación”) del libro y, si bien no es el mejor de los relatos ofrecidos, por momentos logra ofrecer un clima onírico particularmente ominoso.
Se trata, en balance, de un libro sugestivo e interesante, que reúne a algunas de las voces más relevantes de la escena historietística reciente. Como toda compilación presenta altibajos, claro está, pero sus mejores momentos son brillantes y el nivel general hace pensar en una notoria suficiencia y buen manejo del lenguaje elegido. Sobre los mecanismos de adaptación podría discurrirse mucho más, por supuesto, pero es posible quedarse pensando en que de los doce relatos gráficos sólo uno (“El licenciado Vidriera”, y mediando siempre el recurso metaficcional o incluso metaliterario) elige presentar las ficciones de Cervantes sin cambios de género narrativo o escenografía; la recurrencia de las telenovelas también seguramente da qué pensar, así como también que ciertos subgéneros –terror, fantasía onírica, ciencia ficción– siguen pareciendo los más riesgosos. En cualquier caso, se trata de doce historietas muy disfrutables; la portada, sin embargo…
Ramiro Sanchiz
Publicada en La Diaria el 4 de marzo de 2014