20/ 02: FAR SOUTH
Las historias de Far South amagan con ser autoconclusivas, hilvanadas sólo por la presencia de la pulpería de Montoya, que funciona como nexo, como punto de encuentro entre personajes muy distintos, como funcionaba el bar de Joe en las historietas de Muñoz y Sampayo o la tetería del Oso Malayo en las de David Rubín. Pero es un amague, nomás. Y si ya te lo comiste en Dengue, acá ya estabas prevenido, ya olfateabas que Santullo estaba por pegar el zarpazo, por hacer un pase mágico y lograr que estas historias que al principio parecen inconexas, se vinculen de un modo cada vez más estrecho y más manifiesto. Tanto que para el final no sabés si leíste varias historias cortas o una novela gráfica dividida en episodios.
Ambientadas en una zona rural que puede ser de Argentina o de Uruguay, en una década que podría ser la de 1920, las historias de este Far South están salpicadas de violencia, corrupción, lujuria, sangre, injusticias y -sobre todo- venalidad. El concepto de “los buenos” no existe. Acá no hay buenos. A lo sumo veremos a alguno de estos tipos y minas duros e inescrupulosos tener algún gesto honorable, mostrar algún mínimo respeto por los códigos. Santullo mete a los personajes en situaciones extremas, donde la propia venalidad de los mismos, su propia ambición y falta de reparos a la hora de perseguir el billete o el poder ajenos, los hace jugarse la vida en persecuciones, tiroteos, peleas con armas blancas o incluso en garches bastante hot. Como la guita y los corchazos, los personajes van y vienen y los que en un relato son protagonistas, en otro pueden ser antagonistas, secundarios, o manipular la acción desde las sombras. Para que esto funcione armoniosamente hace falta un guionista muy hábil y acá reluce una vez más la chapa de Santullo, a quien le fascina el mundo del hampa y los marginales, sobre todo cuando lo puede explorar acá nomás, en nuestro Río de la Plata.
El trabajo de Leandro Fernández al frente de la faz gráfica es exquisito. Como a todos los ex-asistentes de Eduardo Risso, se le notan un poco algunos tics heredados del maestro, sobre todo cuando trabajan en blanco y negro y le ponen todas las fichas al claroscuro. En la comparación con Risso, Fernández pierde claramente a la hora de dibujar minitas: las del maestro son bastante más lindas. Pero le va muy bien a la hora de la síntesis, cuando para sumarle fuerza expresiva a los rostros, Leandro les saca elementos, los simplifica. Y además se juega a rostros menos reales, más caricaturescos (o más grotescos, incluso), por ahí más cercanos a los de un Horacio Domingues, un Alberto Dose o un Dante Ginevra que a los del león de Leones. Por supuesto, Fernández la rompe en la composición de las viñetas y no falla jamás ni en la narrativa ni en la integración de la referencia fotográfica a su estética oscura, marcada por los climas sórdidos y ominosos. Y otra cosa que le suma fantastillones de puntos a Leandro son esas ilustraciones a color directo con las que abre cada una de las cinco historias de este libro.
Que parece que son apenas las primeras cinco, porque Santullo y Fernández están preparando nuevas, en parte porque este libro anduvo muy bien y en parte porque Far South despertó el interés de Dark Horse, que la quiere publicar en EEUU en un tomo más voluminoso que el que tengo yo en la mano. No sé cómo va a hacer Santullo para integrar en una historia mayor a las historias “menores” que vimos acá, porque son pocos los personajes que sobreviven. Pero le tengo fe. Si todavía no te diste una vuelta por la pulpería de Montoya, no lo dudes: Santullo y Fernández te están esperando, acodados en la barra, para contarte un puñado de historias tremendas, con mucha mala leche, mucho impacto y un gran nivel tanto en guiones como en dibujos.
Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2014/02/20-02-far-south.html