9/26/2012
9/24/2012
"Dengue" en La Bitácora de Maneco
ÉPICA BARRIAL RIOPLATENSE
Me cuento
entre aquellos porteños que encuentran en Montevideo algo así como una versión
a escala humana de Buenos Aires. No porque sean parecidas (aunque comparten
cierto aire y cierto río), sino porque en la Banda Oriental se puede disfrutar
de todos los beneficios de una gran ciudad sin las descontroladas ansiedades ni
los ritmos alocados que la vida moderna descarga sin compasión sobre los
habitantes de las urbes apuradas y contemporáneas. Y aunque la situación
parezca no dar para ello, mucho de este aire distendido (que no despreocupado),
de esta sabia elección de vida, se respira en Dengue, la aventura de ribetes
apocalíptico-sanitarios que Rodolfo Santullo y Matías Bergara ambientaron en
una Montevideo futurista pero no tanto.
¿Policial condimentado con toques fantacientíficos? ¿Premonitoria ciencia-ficción narrada con recursos de la novela negra? Sí, Dengue es todo eso, pero también es mucho más. Claro ejemplo de costumbrismo híbrido, el color local es el elemento central que da entidad e identidad a este relato que camina las veredas del thriller de anticipación, sin perder nunca la mencionada escala humana en cuanto a las creíbles posibilidades de respuesta existentes en este rincón del mundo. Ello la emparenta con El Eternauta mucho más que la reconocible (y muy bien explotada) ambientación montevideana o el recurso de los trajes aislantes que deben vestir los protagonistas si es que quieren sobrevivir al aire libre.
Intuyo que Santullo, uno de los dos mejores guionistas latinoamericanos en actividad, tomó estas decisiones de manera consciente al elucubrar esta fantasía rioplatense que se anima a encarar lo universal desde la mirada de lo propio, construyendo así una épica barrial que sólo podría (sólo puede) suceder en este sur del mundo. Principalmente, porque nuestro imaginario está marcado por la hibridación entre la Biblia y el calefón, la mutación derivada de la cópula entre los blancos y los negros que terminaron pariendo estos grises. Los límites difusos entre la ley y el crimen, entre lo justo y lo injusto, entre lo correcto y lo incorrecto. Límites que aparecen determinados por la posición ética y moral que cada uno tome. Una cuestión de principios que requiere mucho cinismo escéptico, mucha ironía y humor negro, si es que uno está dispuesto a mantener sus convicciones en un entorno que intentará destruirnos por eso.
Dengue parte de una premisa científica tan plausible como improbable. La mutación de hombres mosquito a partir de una epidemia invasora de aedes aegypti que forzó a modificar hábitos y costumbres, hasta naturalizarlos bajo los nuevos parámetros de encierro perpetuo. Lo más fascinante, sin embargo, es esa idea de la conspiración como ecuación económica, la implementación salvaje del darwinismo social donde el más apto para la supervivencia termina siendo, siempre, el sistema capitalista. Tras los recursos humorísticos que linkean la obra con otros referentes de la actual cultura audiovisual globalizada, Santullo y Bergara hablan de cosas más densas, cuya incumbencia sobre nuestra percepción de la realidad está en perpetuo debate, sobre todo en estas épocas de ocultamiento como práctica sistemática de control social. ¿Dónde descansa la verdad, si es que hay una sola? ¿Cuál debe ser el rol de los medios masivos de comunicación? Y si todo queda reducido a una cuestión de negocios, ¿qué hacer cuándo el Estado y las corporaciones se unen contra nosotros?
Fernando Ariel
García
9/21/2012
9/20/2012
9/14/2012
Viaje seis años atrás! "Monstruo" reseñado en Historietas Rasantes
Monstruo es el tercer libro editado por Grupo Belerofonte, y
apareció allá por 2006, un año que a veces -para el cómic uruguayo- se
siente un poco como la prehistoria; es fácil encontrarle defectos, en su
mayoría ingenuidades o asperezas que la experiencia en la edición (y en
el arte historietístico) terminó disolviendo, así como también parece
fácil decretar que el único interés de este libro, releído desde 2012,
es básicamente histórico. Algo de verdad hay en esto último, en tanto el
libro sí interesa desde esa perspectiva y es un must read para
cualquier persona interesada en el proceso reciente de la historieta
uruguaya y rioplatense, así como también un momento muy definido en la
carrera como guionista de Rodolfo Santullo (que aporta los guiones para
dos de las cuatro historias presentadas en este libro). Para empezar, y
si hacemos caso a aquello de "la tercera es la vencida", fue una suerte
de confirmación de que el camino elegido por la gente de Belerofonte
(entonces Calero, Santullo y Ciccariello), es decir crear una editorial
y no una simple plataforma para la autoedición (lo cual quedó
claramente confirmado de inmediato: el segundo libro de la editorial no
incluye a ninguno de sus fundadores -se trata de una adaptación a la
historieta de los cuentos de Juan el Zorro, de Serafín J. garcía, a
cargo de Renzo Vayra, una figura muy notoria de la generación anterior a
los fundadores de la editorial y con códigos estéticos muy diferentes-,
ni tampoco el cuarto, el quinto o el sexto),
era el que encerraba mayor potencial: tanto para crecer y redoblar la
apuesta como para ofrecer una suerte de núcleo desde el que el ambiente
historiétistico uruguayo entero podría reformatearse.
Sin embargo, y sin pretender que valga la pena desatender esa línea de reflexión, me parece que Monstruo sí es interesante en sí mismo, más allá de su rol histórico. La segunda de las historietas incorporada, por ejemplo, basada en el clásico "El extraño", de H.P.Lovecraft, y guionada e ilustrada por Hernán Rodríguez, es un bellísimo ejemplo de cómo salir adelante con las dificultades a la hora de adaptar un trabajo tan densamente verbal ("literario" iba a decir) como el de Lovecraft. "El extraño", además, era quizá una de las opciones más difíciles, en tanto su revelación final (el personaje es un monstruo, por decirlo de un modo brutalmente simple) debe su efectividad al cuidadoso proceso por el que la narración -en primera persona- construye un personaje que, en una primera instancia, dificilmente asimilaríamos a lo que "realmente" es. ¿Cómo dibujarlo, entonces? Dejando de lado un muy complicado recurso de tipo POV (punto de vista), la opción de "hacer trampa" (es decir presentar al personaje como se siente o imagina a sí mismo -no hay espejos en su mundo- o como lo proyectamos los lectores) era la única viable. En cualquier caso, más allá de la reconstrucción del cuento y del "truco" al que echa mano para resolver sus dificultades más esenciales, la creación gráfica del mundo subterráneo es el punto más alto de la historia -y de Monstruo, en mi opinión. La primera viñeta -una impresionante visión de ese mundo-cripta- retoma la estética de pintores simbolistas como Khnopff y Gustave Moreau; otros hallazgos incluyen la representación del bosque que limita el mundo del personaje (la viñeta que muestra al narrador leyendo recostado en uno de esos árboles es excelente) y la salida de éste al aire libre (última viñeta de la página 34), además del alucinatorio final. En rigor, incluso si el resto de Monstruo careciera de interés -cosa que no sucede-, esta adaptación de "El extraño" justifica la compra del libro.
Las historias guionadas por Santullo muestran, sí, algunos defectos relativamente notorios. Los diálogos -y la trama en sí- de la última, por ejemplo, se vuelven un poco esquemáticos (no ayuda la rotulación en cuerpo grande); el dibujo de Max Aguirre también parece mostrar a un artista en un momento un poco verde de su carrera, y la amalgama artista-guionista no funciona muy bien aquí, armando una historia que avanza un poco a los tumbos. La idea es divertida -y da una especie de vuelta a la idea de que cada historia del libro "trata" de un monstruo -o categoría de monstruos- en particular, en tanto aquí hay dos monstruos (los zombis "de fondo" y el vampiro)-, pero la resolución, sin ser fallida del todo, no es del todo satisfactoria. En ese sentido, la otra historieta con guión de Santullo funciona mejor, en tanto una variación (o derivación argumental cercano a la matriz original) de la historia de Frankenstein y su collage de partes de cadáveres. El monstruo dibujado por Calero es, eso sí, idéntico (hay viñetas casi calcadas) al de Bernie Wrightson; tratando de poner una buena intención aquí, digamos que el trabajo gráfico de esta historieta puede leerse como un homenaje. Pero, dejando esto de lado, lo que sí es un defecto de la parte gráfica de esta historia es la poca atención prestada por Calero a los detalles, los puntos de vista y la continuidad: en la página 16, por ejemplo, se produce una confusión entre la mano izquierda y derecha del monstruo.
La tercera historia cuenta con guión e ilustración de Gabriel Ciccariello, y funciona especialmente en contraste con la actitud más de "acción y aventuras" de los guiones de Santullo. La anécdota es mínima: el acierto, en todo caso, está en los diálogos y en las ilustraciones. Quizá cueste ver al "monstruo" aquí: hay un fantasma, sí, pero quizá con eso no basta. Una observación que podría hacerse al libro en su conjunto, entonces, es que su propuesta es demasiado heterogénea para un libro tan breve. Tenemos el monstruo lovecraftiano (sobreviviente de una edad oscura, sepultado en las profundidades de la Tierra, etc) y a la criatura de Frankenstein: ambos pueden leerse en la línea del monstruo como víctima, ambos trabajan la idea de soledad y el rechazo de los seres humanos. Y ambos son "monstruos" en un sentido digamos clásico, monstruos que producen terror, monstruos que se proponen como parte de una realidad más compleja (especialmente en el caso del cuento de Lovecraft) de lo que imaginábamos; la historia de Ciccariello, en cambio, presenta una posible ambiguedad de corte psicologico: la niña fantasma acaso sea una alucinación (dificilmente, de todas formas, un lector pueda sentirse seguro de ello) y, además, el protagonista no siente horror ni se considera amenazado por un espíritu que -de ser "real"- sólo busca entretenerse (la idea de la vida después de la muerte como algo esencialmente aburrido es interesante, y uno de los puntos altos de la historieta de Ciccariello). Si la última historia avanzara en esta dirección de monstruo no horripilante o de monstruo como víctima (o incluso de ambiguedad) el libro habría sido un poco más cohesivo (del mismo modo que, de haber sido más largo, con más historias, la variedad y lo heterogéneo luciría mejor), o al menos se sentiría así. Pero no sucede: los zombies y los vampiros son villanos de una pieza, sin ambiguedades: monstruos malos, por decirlo así. Es cierto que incluir una historia con estas coordenadas no es mala idea, pero esa variedad de enfoques, repito, encontraría mejor lugar en un libro más largo que este.
Las tres primeras historias funcionan en general muy bien, cada una en cierto modo accediendo a un tipo diferente de lector. Mi favorita personal es, como he dicho, la adaptación de "El extraño", y la que menos me interesa es la de Ciccariello, pero esto, evidentemente, depende ante todo de mis gustos personales.
Otro defecto del libro es su abundancia de elementos metahistoriétisticos innecesario. Ni el prólogo ni las introducciones a cada historieta son realmente innecesarias, y por momentos parecen querer "volver más serio" algo que no necesita ningún apoyo más que su buen trabajo; también las portadillas pseudomedievales tienen poca utilidad, y, en tanto meramente decorativas, no son tan interesantes desde el punto de vista gráfico como para justificar su presencia. Se trata, me atrevería a decir, de una ingenuidad propia del principiante que piensa que cuanto más capas de sentido pueda agregar a su producto más satisfactorio lo volverá. Pero -y aquí no puedo evitar regresar al lado del interés histórico- Santullo aprendió muy bien la lección, y ya en libros como Los últimos días del Graf Spee o Acto de guerra, todos los añadidos metahistorietísticos realmente significan un aporte a la historieta.
Ramiro Sanchiz
http://historietasrasantes.blogspot.com/2012/09/monstruo-santullo-calero-ciccariello.html
Sin embargo, y sin pretender que valga la pena desatender esa línea de reflexión, me parece que Monstruo sí es interesante en sí mismo, más allá de su rol histórico. La segunda de las historietas incorporada, por ejemplo, basada en el clásico "El extraño", de H.P.Lovecraft, y guionada e ilustrada por Hernán Rodríguez, es un bellísimo ejemplo de cómo salir adelante con las dificultades a la hora de adaptar un trabajo tan densamente verbal ("literario" iba a decir) como el de Lovecraft. "El extraño", además, era quizá una de las opciones más difíciles, en tanto su revelación final (el personaje es un monstruo, por decirlo de un modo brutalmente simple) debe su efectividad al cuidadoso proceso por el que la narración -en primera persona- construye un personaje que, en una primera instancia, dificilmente asimilaríamos a lo que "realmente" es. ¿Cómo dibujarlo, entonces? Dejando de lado un muy complicado recurso de tipo POV (punto de vista), la opción de "hacer trampa" (es decir presentar al personaje como se siente o imagina a sí mismo -no hay espejos en su mundo- o como lo proyectamos los lectores) era la única viable. En cualquier caso, más allá de la reconstrucción del cuento y del "truco" al que echa mano para resolver sus dificultades más esenciales, la creación gráfica del mundo subterráneo es el punto más alto de la historia -y de Monstruo, en mi opinión. La primera viñeta -una impresionante visión de ese mundo-cripta- retoma la estética de pintores simbolistas como Khnopff y Gustave Moreau; otros hallazgos incluyen la representación del bosque que limita el mundo del personaje (la viñeta que muestra al narrador leyendo recostado en uno de esos árboles es excelente) y la salida de éste al aire libre (última viñeta de la página 34), además del alucinatorio final. En rigor, incluso si el resto de Monstruo careciera de interés -cosa que no sucede-, esta adaptación de "El extraño" justifica la compra del libro.
Las historias guionadas por Santullo muestran, sí, algunos defectos relativamente notorios. Los diálogos -y la trama en sí- de la última, por ejemplo, se vuelven un poco esquemáticos (no ayuda la rotulación en cuerpo grande); el dibujo de Max Aguirre también parece mostrar a un artista en un momento un poco verde de su carrera, y la amalgama artista-guionista no funciona muy bien aquí, armando una historia que avanza un poco a los tumbos. La idea es divertida -y da una especie de vuelta a la idea de que cada historia del libro "trata" de un monstruo -o categoría de monstruos- en particular, en tanto aquí hay dos monstruos (los zombis "de fondo" y el vampiro)-, pero la resolución, sin ser fallida del todo, no es del todo satisfactoria. En ese sentido, la otra historieta con guión de Santullo funciona mejor, en tanto una variación (o derivación argumental cercano a la matriz original) de la historia de Frankenstein y su collage de partes de cadáveres. El monstruo dibujado por Calero es, eso sí, idéntico (hay viñetas casi calcadas) al de Bernie Wrightson; tratando de poner una buena intención aquí, digamos que el trabajo gráfico de esta historieta puede leerse como un homenaje. Pero, dejando esto de lado, lo que sí es un defecto de la parte gráfica de esta historia es la poca atención prestada por Calero a los detalles, los puntos de vista y la continuidad: en la página 16, por ejemplo, se produce una confusión entre la mano izquierda y derecha del monstruo.
La tercera historia cuenta con guión e ilustración de Gabriel Ciccariello, y funciona especialmente en contraste con la actitud más de "acción y aventuras" de los guiones de Santullo. La anécdota es mínima: el acierto, en todo caso, está en los diálogos y en las ilustraciones. Quizá cueste ver al "monstruo" aquí: hay un fantasma, sí, pero quizá con eso no basta. Una observación que podría hacerse al libro en su conjunto, entonces, es que su propuesta es demasiado heterogénea para un libro tan breve. Tenemos el monstruo lovecraftiano (sobreviviente de una edad oscura, sepultado en las profundidades de la Tierra, etc) y a la criatura de Frankenstein: ambos pueden leerse en la línea del monstruo como víctima, ambos trabajan la idea de soledad y el rechazo de los seres humanos. Y ambos son "monstruos" en un sentido digamos clásico, monstruos que producen terror, monstruos que se proponen como parte de una realidad más compleja (especialmente en el caso del cuento de Lovecraft) de lo que imaginábamos; la historia de Ciccariello, en cambio, presenta una posible ambiguedad de corte psicologico: la niña fantasma acaso sea una alucinación (dificilmente, de todas formas, un lector pueda sentirse seguro de ello) y, además, el protagonista no siente horror ni se considera amenazado por un espíritu que -de ser "real"- sólo busca entretenerse (la idea de la vida después de la muerte como algo esencialmente aburrido es interesante, y uno de los puntos altos de la historieta de Ciccariello). Si la última historia avanzara en esta dirección de monstruo no horripilante o de monstruo como víctima (o incluso de ambiguedad) el libro habría sido un poco más cohesivo (del mismo modo que, de haber sido más largo, con más historias, la variedad y lo heterogéneo luciría mejor), o al menos se sentiría así. Pero no sucede: los zombies y los vampiros son villanos de una pieza, sin ambiguedades: monstruos malos, por decirlo así. Es cierto que incluir una historia con estas coordenadas no es mala idea, pero esa variedad de enfoques, repito, encontraría mejor lugar en un libro más largo que este.
Las tres primeras historias funcionan en general muy bien, cada una en cierto modo accediendo a un tipo diferente de lector. Mi favorita personal es, como he dicho, la adaptación de "El extraño", y la que menos me interesa es la de Ciccariello, pero esto, evidentemente, depende ante todo de mis gustos personales.
Otro defecto del libro es su abundancia de elementos metahistoriétisticos innecesario. Ni el prólogo ni las introducciones a cada historieta son realmente innecesarias, y por momentos parecen querer "volver más serio" algo que no necesita ningún apoyo más que su buen trabajo; también las portadillas pseudomedievales tienen poca utilidad, y, en tanto meramente decorativas, no son tan interesantes desde el punto de vista gráfico como para justificar su presencia. Se trata, me atrevería a decir, de una ingenuidad propia del principiante que piensa que cuanto más capas de sentido pueda agregar a su producto más satisfactorio lo volverá. Pero -y aquí no puedo evitar regresar al lado del interés histórico- Santullo aprendió muy bien la lección, y ya en libros como Los últimos días del Graf Spee o Acto de guerra, todos los añadidos metahistorietísticos realmente significan un aporte a la historieta.
Ramiro Sanchiz
http://historietasrasantes.blogspot.com/2012/09/monstruo-santullo-calero-ciccariello.html
9/12/2012
"Los Canillitas" en 365 Comics por Año
Hoy los argentinos festejamos el Día de la Historieta y, como supongo que casi todos saben, la fecha tiene que ver con la primera aparición de El Eternauta. Bueno, abajo de El Eternauta, en la última página del diario Tiempo
Argentino, sale todos los días esta tira de Diego Agrimbau y Fernando
Baldó que sospecho que mucha gente desconoce porque es un diario que
vende poco y que andá a saber si se consigue fácilmente fuera de Capital
y Gran Buenos Aires.
Lo cierto es que Los Canillitas, leída así, en libro, de a 200 tiras de un saque, me pareció una maravilla. Una sorpresa gratísima, de verdad. Yo venía de El Negro Blanco, otra muy buena comedia costumbrista, con enredos, problemas de polleras, personajes carismáticos y dibujos realistas de gran nivel. Imaginate mi sonrisa al descubrir que Los Canillitas está tranquilamente a ese nivel, o incluso mejor.
El dibujo no. Fernando Baldó es un capo, pero García Seijas es un totem. Igual esto se ve MUY bien. Hay un registro realista, un laburo increíble en los fondos, excelentes expresiones faciales y un detalle no menor: las tiras se publicaron originalmente a color, y acá están reeditadas en blanco y negro. Esto en general se traduce en una aberración de la naturaleza, un empaste inmundo, un cachivache de grises que desluce al dibujo donde antes la paleta del colorista lo apuntalaba. Bueno, acá nada que ver. La traducción a blanco, negro y grises de Los Canillitas es impecable y el dibujo de Baldó no pierde ni un gramo de su solvencia ni de su carisma.
El guión de Agrimbau tiene muchísimos hallazgos. Los más conspicuos están en los diálogos, que son muy, muy reales y a la vez muy cómicos. La tira le escapa al remate en la última viñeta, pero a veces el remate aparece y la tira explota en un chispazo de humor sumamente efectivo. Otra cosa muy notable es la estructura. Estas tiras (cerca de 200) son una saga, de punta a punta. Un relato con principio, desarrollo y fin que cierra por todos lados. No sólo la tira podría terminar ahí. También se podría tomar este libro y convertirlo en un excelente largometraje, una gran comedia de barrio, al estilo de Esperando la Carroza. Los personajes están muy bien trabajados y, a diferencia de los de El Negro Blanco, no pertenecen todos a un mismo entorno (el periodismo), ni siquiera a una misma clase social. Algunas de las mejores secuencias surgen cuando Agrimbau plantea el contrapunto entre Colores y Sonia, es decir, cuando se encuentran el universo de los pibes a la deriva que fuman faso y toman birra en la plaza con el de la chica que va al secundario privado, estudia y recibe la contención de sus padres.
Otro obstáculo que Agrimbau gambetea con maradoniana destreza es el tema de que los protagonistas sean canillitas: si Rodolfo y Chelo se pasaran 200 tiras clavados en el kiosco de diarios, esto sería un bajón. Los chistes serían ellos dos comentando una noticia del diario, lo cual ya vimos muchas veces cómo hunde a una tira en la intrascendencia. Por suerte, los protagonistas extienden su radio de acción por otros lugares del barrio, otras locaciones, y en ese vagabundear por otros decorados aparece el elemento más atractivo de Los Canillitas, que es la aventura. Una aventura lo-fi obviamente, bien chiquita, pero no por eso carente de emociones.
A veces, la comedia de enredos se alimenta de alguna coincidencia medio forzada, o del hecho medio inverosímil de que todos los personajes se conocen, o se van vinculando de un modo u otro. El Colores es hermano de la China, que es la mina de la que gusta Chelo, que es el socio de Rodolfo, que es el papá de Sonia, que pega onda con el Colores, y así. Esto sucede también en todas las comedias diarias de la tele, no es un problema propio de Agrimbau. Por otro lado, el guionista aprovecha muy bien otra de las posibilidades del laburo serial y a largo plazo: armar un personaje ausente, para usarlo cuando haga falta. En este caso, la mamá de Sonia y ex-esposa de Rodolfo, a la que acá se menciona un par de veces, pero de la que todavía no sabemos nada. Seguramente cuando aparezca, el impacto va a ser mayor que si nunca la hubiesen mencionado antes.
No debe ser fácil crear todos los días una tira en la que no podés delirar, ni cambiar brutalmente de personajes, ni colgarte a hablar de lo que pasa en el mundo real, ni jugarle todas las fichas al chiste que desemboca en la última viñeta. Agrimbau y Baldó lo hacen todos los días y me parece que, sin darse cuenta, están creando un nuevo clásico de nuestra centenaria historieta. Los Canillitas puede parecer una tira medio burda, populachera o tinellista, porque tiene fulbito, tetra brik, choripanes y minones infernales con esacasísima vestimenta. Pero la verdad es que no apela en absoluto al mínimo denominador común. Bien leída, no tiene nada que envidiarle a las grandes tiras de comedia costumbrista que supo ofrecernos Carlos Trillo en la contratapa del Clarín. Y eso es mucho decir. Feliz Día de la Historieta para todos!
Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2012/09/04-09-los-canillitas.html
Lo cierto es que Los Canillitas, leída así, en libro, de a 200 tiras de un saque, me pareció una maravilla. Una sorpresa gratísima, de verdad. Yo venía de El Negro Blanco, otra muy buena comedia costumbrista, con enredos, problemas de polleras, personajes carismáticos y dibujos realistas de gran nivel. Imaginate mi sonrisa al descubrir que Los Canillitas está tranquilamente a ese nivel, o incluso mejor.
El dibujo no. Fernando Baldó es un capo, pero García Seijas es un totem. Igual esto se ve MUY bien. Hay un registro realista, un laburo increíble en los fondos, excelentes expresiones faciales y un detalle no menor: las tiras se publicaron originalmente a color, y acá están reeditadas en blanco y negro. Esto en general se traduce en una aberración de la naturaleza, un empaste inmundo, un cachivache de grises que desluce al dibujo donde antes la paleta del colorista lo apuntalaba. Bueno, acá nada que ver. La traducción a blanco, negro y grises de Los Canillitas es impecable y el dibujo de Baldó no pierde ni un gramo de su solvencia ni de su carisma.
El guión de Agrimbau tiene muchísimos hallazgos. Los más conspicuos están en los diálogos, que son muy, muy reales y a la vez muy cómicos. La tira le escapa al remate en la última viñeta, pero a veces el remate aparece y la tira explota en un chispazo de humor sumamente efectivo. Otra cosa muy notable es la estructura. Estas tiras (cerca de 200) son una saga, de punta a punta. Un relato con principio, desarrollo y fin que cierra por todos lados. No sólo la tira podría terminar ahí. También se podría tomar este libro y convertirlo en un excelente largometraje, una gran comedia de barrio, al estilo de Esperando la Carroza. Los personajes están muy bien trabajados y, a diferencia de los de El Negro Blanco, no pertenecen todos a un mismo entorno (el periodismo), ni siquiera a una misma clase social. Algunas de las mejores secuencias surgen cuando Agrimbau plantea el contrapunto entre Colores y Sonia, es decir, cuando se encuentran el universo de los pibes a la deriva que fuman faso y toman birra en la plaza con el de la chica que va al secundario privado, estudia y recibe la contención de sus padres.
Otro obstáculo que Agrimbau gambetea con maradoniana destreza es el tema de que los protagonistas sean canillitas: si Rodolfo y Chelo se pasaran 200 tiras clavados en el kiosco de diarios, esto sería un bajón. Los chistes serían ellos dos comentando una noticia del diario, lo cual ya vimos muchas veces cómo hunde a una tira en la intrascendencia. Por suerte, los protagonistas extienden su radio de acción por otros lugares del barrio, otras locaciones, y en ese vagabundear por otros decorados aparece el elemento más atractivo de Los Canillitas, que es la aventura. Una aventura lo-fi obviamente, bien chiquita, pero no por eso carente de emociones.
A veces, la comedia de enredos se alimenta de alguna coincidencia medio forzada, o del hecho medio inverosímil de que todos los personajes se conocen, o se van vinculando de un modo u otro. El Colores es hermano de la China, que es la mina de la que gusta Chelo, que es el socio de Rodolfo, que es el papá de Sonia, que pega onda con el Colores, y así. Esto sucede también en todas las comedias diarias de la tele, no es un problema propio de Agrimbau. Por otro lado, el guionista aprovecha muy bien otra de las posibilidades del laburo serial y a largo plazo: armar un personaje ausente, para usarlo cuando haga falta. En este caso, la mamá de Sonia y ex-esposa de Rodolfo, a la que acá se menciona un par de veces, pero de la que todavía no sabemos nada. Seguramente cuando aparezca, el impacto va a ser mayor que si nunca la hubiesen mencionado antes.
No debe ser fácil crear todos los días una tira en la que no podés delirar, ni cambiar brutalmente de personajes, ni colgarte a hablar de lo que pasa en el mundo real, ni jugarle todas las fichas al chiste que desemboca en la última viñeta. Agrimbau y Baldó lo hacen todos los días y me parece que, sin darse cuenta, están creando un nuevo clásico de nuestra centenaria historieta. Los Canillitas puede parecer una tira medio burda, populachera o tinellista, porque tiene fulbito, tetra brik, choripanes y minones infernales con esacasísima vestimenta. Pero la verdad es que no apela en absoluto al mínimo denominador común. Bien leída, no tiene nada que envidiarle a las grandes tiras de comedia costumbrista que supo ofrecernos Carlos Trillo en la contratapa del Clarín. Y eso es mucho decir. Feliz Día de la Historieta para todos!
Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2012/09/04-09-los-canillitas.html
9/11/2012
"El Club de los Ilustres" en la diaria
El club de los ilustres, de Rodolfo Santullo (guión) y Guilermo Hansz (arte) admite varias lecturas. Para empezar tenemos una historia de aventuras cargada de humor, en la que los diálogos de Santullo y los dibujos de Hansz parecen perfectamente amalgamados. El estilo de Hansz, por supuesto, favorece esta lectura, desde algunas de sus influencias más reconocibles –entre ellas el belga Peyo (Los Pitufos, Johan y Pirluit) y el catalán Francisco Ibáñez (Mortadelo y Filemón).
La trama está instalada en una historia
alternativa de Uruguay, en la que José Pedro Varela no murió en 1879 y vivió al
menos hasta 1899 para integrar –junto a Horacio Quiroga, Delmira Agustini y
Aparicio Saravia– una suerte de fuerza de elite (“Los Ilustres”, aunque, en
rigor, esa designación no aparece en la ficción) armada para detener a Máximo
Santos, que intenta regresar al gobierno por la fuerza sirviéndose de una
poderosa embarcación de guerra (un “fabuloso barco fluvial”, al decir de Philip
José Farmer en su célebre saga El mundo
del río). Para detener el barco de Máximo Santos, Los Ilustres cuentan con
la asistencia de Vaz Ferreira, quien –al mejor estilo Q, de las ficciones de
James Bond– pone en sus manos un aparato volador tomado de los diseños de
Leonardo DaVinci.
Este breve resumen argumental habilita el
pasaje a otro nivel de lectura, esta vez desde la ciencia ficción. La novela
gráfica de Santullo y Hansz, entonces, puede leerse desde las coordenadas de
varios subgéneros derivados del cyberpunk, en particular el steampunk, basado en la construcción de
una tecnología derivada de las máquinas de vapor de la primera mitad del siglo
XIX. En El club de los ilustres
encontramos guiños a ese subgénero, por ejemplo el gigantesco barco de Máximo
Santos, pero también –más adelante en la historia– aparece una suerte de mecha o robot de combate eminentemente
steampunk. El mismo proceso de extrapolación tecnológica basado en la
maquinaria de vapor aparece, desplazado hacia los diseños de DaVinci, en la
máquina voladora inventada por Vaz Ferreira, que podría pensarse como un guiño
a otro subgénero reciente de la ciencia ficción, el clockpunk, también extrapolación de tecnologías premodernas pero,
en este caso, mediante una estética de engranajes y relojería que suele evocar
el Renacimiento (en las novelas de la serie Whitechapel
Gods, de S.M.Peters, por ejemplo).
En rigor, el antecedente más claro de El club de los ilustres es la serie de
historietas The league of extraordinary
gentlemen (La liga extraordinaria es
la traducción más frecuente al castellano, derivada de la película de 2003 que
intentó adaptar el primer libro de la saga), escrita por Alan Moore e ilustrada
por Kevin O’neill, en la que la consigna, más que movilizar personajes
históricos como hace Santullo, es crear un espacio narrativo en el que pueden
convivir personajes de ficción de todas las épocas, desde las novelas de Edgar
Rice Burroughs (especialmente las de la serie de Marte, protagonizadas por John
Carter) y Ridder Haggard (Las minas del
Rey Salomón, por ejemplo) hasta J.K.Rowling, pasando por H.G.Wells,
H.P.Lovecraft, Bram Stoker, Virginia Woolf, C.S.Lewis, George Orwell y John
Wyndham. Así, en el primer volumen encontramos a Mina Harker (de Dracula), el Capitán Nemo (de 20.000 leguas de viaje submarino), Allan
Quatermain (de Las minas del Rey Salomón),
el Dr.Jekyll (de El extraño caso del
Dr.Jekyll y el señor Hyde), entre otros (incluyendo a Fu Manchú, el hombre
invisible, el profesor Moriarty y el Hombre Invisible). En los primeros dos
volúmenes de La liga, Moore hace un
uso bastante notorio de la estética steampunk, lo cual permite trazar otra
línea de parecido con El club de los
ilustres.
También desde la ciencia ficción es
evidente que El club… no es una
ucronía; es decir, al no ofrecer los hechos ficticios como “derivados” de un
cambio concreto en la historia que conocemos (lo que ha sido llamado un “punto
Jonbar” o “punto de inflexión”) y, por tanto, al no haber un énfasis en una
suerte de “explicación” de la naturaleza histórica de ese mundo alternativo, la
trama queda instalada en un espacio diferente, cuyas reglas tienen más que ver
con una anacronía deliberada o con una especulación libre en base a algunas
premisas históricas.
Una tercera línea de lectura de El club de los ilustres la pone en
relación con el reciente boom del
comic histórico en Uruguay. No es difícil, de hecho, argumentar que ese auge de
las historietas con temática histórica fue de alguna manera impulsado por
trabajos de Santullo, en particular Los
últimos días del Graf Spee y Acto de
Guerra (ambos proyectos financiados por los Fondos Concursables del MEC e
ilustrados por Matías Bergara); es interesante entonces que, pasados ya cuatro
años desde la publicación de Los últimos
días…, Santullo publique una historieta que aborda la historia desde una
perspectiva completamente diferente, ya sea humorística, paródica o subordinada
a las pautas de cierta ciencia ficción. Se trata, por supuesto, de un abordaje
notoriamente más libre –que no teme a desacralizar ciertas figuras; por ejemplo
en la memorable aparición de José Batlle y Ordoñez en plan Bud Spencer, hacia
la página 27), que se traduce en la evidente fluidez y agilidad del libro. El club de los ilustres, entonces, se
lee en un suspiro y deja al lector con una sonrisa; servirá, además, como
revelación del talento de Guillermo Hansz, que hace aquí su –auspicioso– debut
en el mundo del cómic.
Ramiro Sanchiz
Subscribe to:
Posts (Atom)