Es bien sabido que el año comiquero en Uruguay pega su disparo de largada al mismo momento que Montevideo Cómics abre sus puertas. Y este año presentamos en el evento:
Helltrekkers de John Wagner, Alan Grant y Horacio Lalia
Cansados de vivir
en el infierno de Mega-City Uno, 111 desesperados ciudadanos afrontan
el desafío de cruzar la Tierra Maldita en un viaje imposible. De la
mano del creador de Juez Dredd John Wagner y Alan Grant (unidos bajo
el seudónimo F. Martin Candor) y el arte de Horacio Lalia (con la
colaboración de José Ortiz en el primer episodio) Helltrekkers se
publicó en 1984 como complemento serializado en la revista 2000 AD
entre sus números 387 y 415.
Esta edición
reúne por primera vez en español la obra completa. Coedición con Loco Rabia Editora.
Infestado de Cristian Blasco y Pablo Burman
Muchos autores tardan una vida entera en encontrar un estilo propio. En cambio, en su primer libro, Pablo Burman demuestra ya haberlo encontrado. Junto a Cristian Blasco -quien a su vez se mueve cómodamente por un variado espectro de géneros y motivaciones- nos presentan 5 relatos autoconclusivos que dan cabida al sufrimiento, a la desesperación, a la condena de personajes alienados que enfrentan como mejor pueden los últimos instantes en sus mundos. Mundos terribles, mundos lejanos, mundos propios. Mundos nacidos de la imaginación de Blasco y Burman.
Este libro es el ganador del 2º Concurso "Nuevos Autores" organizado entre Nueve Grullas y Grupo Belerofonte.
Prócer Zombie de Silva Bros
Luego de 165 años, mediante una fuerza del universo desconocida, un antiguo prócer de América vuelve a la vida para establecer orden y equilibrio en la ciudad de Montevideo. Si bien su estado inicial es un tanto amnésico, lentamente irá recobrando su memoria.
Por otro lado, no se reconoce en las tantas representaciones de su figura en la ciudad ni logra comprender porqué la sociedad tiene esa imagén inmaculada de su persona. Siendo consciente de esa situación y todo lo que eso conlleva, toma como premisa convertirse en ese libertador que la sociedad cree que fue.
Ahora, el propósito de su regreso cobra sentido pero no le resultará nada fácil, pues deberá volver a su antigua lucha enfrentándose a viejos rivales.
Esta obra fue ganadora del Fondo Concursable para la Cultura en su edición 2015. Coedición con Estuario Editora.
Rincón de la Bolsa de Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra
Por décadas, la textil LARSEN SA fue el motor económico y
social del pequeño pueblo Rincón de la Bolsa. Su cierre,
cinco años atrás, fue una catástrofe casi terminal para el
pueblo. Pero la llegada de Jaime Moleda para auditar los
bienes de LARSEN ha abierto toda clase de especulaciones y
esperanzas en los pobladores.
Este libro compila la edición completa y ampliada de la obra publicada originalmente en la revista Lento.
Rodolfo Santullo / Marcos Vergara / LocoRabia
Grupo Belerofonte/Estuario Editora
La dupla de Cena con amigos y Valizas regresa con una aventura
folletinesca de curiosa factura, esta también serializada originalmente
en el portal Historietas Reales. El oro del Zar cumple perfectamente
todo lo que se plantea: una aventura de época, con cierto espíritu
cortomaltesiano, con una estética y paleta de colores que emula cierta
tecnología de impresión. La cosa, pues, irá en gustos: sí solamente se
espera una aventura, con ritmo y personajes suficientemente trabajados,
con las vueltas de tuerca de rigor, la obra cumple. Y otro tanto sucede
con el dibujo, que sin embargo probablemente también funcionaría (y
quizás mejor) si Vergara se hubiera decidido por otro enfoque estético.
Va quedando claro que a la hora de pensar la producción de
Rodolfo Santullo (1979) es imposible separar su trabajo literario del
historietístico. Es decir: si bien parecería cómodo hendir su obra en
dos mitades y aplicar a cada una de ellas -a la que incluye las novelas Las
otras caras del verano, Cementerio norte, Sobres papel manila, Aquel
viejo tango, El último adiós y Matufia; y a la que cuenta con Los
últimos días del Graf Spee, Acto de guerra, Valizas, Cena con amigos,
Zitarrosa, Cuarenta cajones y La comunidad (entre otras novelas
gráficas)- procedimientos de lectura más o menos diferenciados, atentos a
las particularidades de los lenguajes literario e historietístico, es
sin duda más interesante ensayar una mirada más abarcadora, en busca de
elementos en común y patrones reiterados.
De hecho, uno de los puntos más notorios de interés en cuanto al proyecto creativo del autor de Matufia
tiene que ver con la manera en que ciertos códigos aparecen como
intercambiables en una lectura atenta de sus novelas, cuentos e
historietas. Esos códigos están claros: el uso marcado de los lugares
comunes de ciertos géneros como elementos fundamentales de la estructura
narrativa, el conocimiento extensivo de tales géneros en tanto corpus
de obras y de procedimientos, el relato (la “historia bien contada”)
como valor fundamental y la apuesta por el artesanado y la
profesionalidad (lo confiable, lo versátil, lo consistente, digamos).
Vamos a tomar como punto de partida o pretexto para ilustrar esto tres de las últimas publicaciones de Santullo: Misterios de cuarto cerrado, El oro del zar y El druida Merlín: el porquerizo y el ladrón, aparecidas en distintos momentos de la segunda mitad de 2015, y este año efectivamente distribuidas en Montevideo.
La primera cuenta con el arte de ocho dibujantes: Leandro Fernández,
Juan Ferreyra, Kwaichang Kráneo, Lisandro Estherren, Juan Manuel
Tumburús, Roberto Viacava, Matías Bergara y Oscar Capristo, y se propone
adaptar otros tantos cuentos clásicos incorporables al subgénero de la
ficción policíaca señalado por el título. Hay, entonces, una doble
operación de intervención literaria: Santullo parte de entender los
misterios de cuarto cerrado como un subgénero por derecho propio dentro
del policial y de asignarle a ese subgénero un lugar privilegiado dentro
de la o de las tradiciones que lo incorporan; esto, por más obvio o
banal que le pueda parecer a un lector experto en la narrativa policial,
es sin lugar a dudas una operación de lectura, y, por tanto, una manera
de, como ya he dicho, intervenir en un género literario desde
un lugar que en principio le es más o menos ajeno, como el de la
historieta. Es decir que esta intervención consiste en trazar un puente,
un espacio en común desde el cual circular e influir en ambos campos.
La otra mitad de la operación señalada es la selección, porque
Santullo confecciona algo parecido a un canon. Y en ese canon aparecen
Edgar Allan Poe (con “La carta robada” y “Los crímenes de la Rue
Morgue”), GK Chesterton (con “La forma equívoca” y “El hombre
invisible”, ambos parte del ciclo del Padre Brown), Arthur Conan Doyle
(con “El jorobado” y “La banda de lunares”), Wilkie Collins (con “Una
cama terriblemente extraña”) y Jacques Futrelle (con “El problema de la
celda 13”). Los cuatro primeros nombres convocados son sin duda
ineludibles en la ficción policíaca, y por eso llama la atención la
incorporación de Futrelle, que podría parecer, en comparación con los
otros, una figura de segunda fila. De hecho, Santullo, desde su prólogo,
reclama una revaloración de la obra de ese escritor y periodista
estadounidense, nacido en 1875 y muerto en 1912, debido al naufragio del
Titanic.
La adaptación opera reduciendo los relatos al esquema más puramente
narrativo -prescindiendo de otros valores posibles- y, en general,
funciona muy bien. Hay, por supuesto, algunos momentos más logrados que
otros (la excelente adaptación del cuento de Futrelle vale como ejemplo
de lo mejor del libro), pero también interviene en este caso la calidad
del arte gráfico incorporado, que tiene puntos altos dignos de destaque
en los aportes de Matías Bergara, Leandro Fernández y Roberto Viacava.
El corazón de la aventura
Habíamos señalado que Misterios de cuarto cerrado elabora
algo así como un minicanon de la narrativa policial. Ese género, por
cierto, termina por convertirse en una marca personal del autor, sin
duda alguna su exponente más destacado en la nueva narrativa uruguaya.
Pero cabría además pensar que hay, en las lecturas implícitas realizadas
por Santullo desde su obra, una atención especial dedicada a la obra de
ciertos narradores decimonónicos y de la primera mitad del siglo XX,
aquellos que también -a diferencia de los inscritos en una tradición más
modernista o flaubertiana o del nonsense- partieron de la anécdota y
“la historia bien contada” como valor fundamental. En esa lista cabe
encontrar, por supuesto, a los escritores que aportaron al género de
“aventuras”: Jules Verne, Emilio Salgari, cierto HG Wells, Arthur Conan
Doyle y H Ridder Haggard, entre otros.
El diálogo con ese conjunto de escritores es especialmente notorio en el segundo de los libros comentados en esta oportunidad, El oro del zar,
una historia de aventuras (en formato, además, de novela histórica,
ambientada durante la guerra ruso-japonesa) que nos permite vislumbrar
lo que puede considerarse otro de los mecanismos fundamentales en la
obra de Santullo.
Se trata, como ya fue adelantado, de un uso particular del lugar
común, o del cliché, reintegrado a su función estrictamente narrativa.
Esto ya había sido notorio en obras tempranas del autor, por ejemplo en Los últimos días del Graf Spee, con su femme-fatale y su protagonista despistado. En El oro del zar, de hecho, el conjunto con el que vamos a encontrarnos está anunciado incluso desde el prólogo: tenemos otra femme-fatale,
rubia y alemana, un durísimo coronel ruso, un científico bonachón, un
irlandés simpático y pleno de recursos, y un grupo de mongoles
misteriosos y llenos de honor. Así expuesto, tal reparto parece aportar a
una crítica posible; sin embargo, en las páginas del libro estos
clichés funcionan. Y, por cierto, entretienen. Se los percibe,
en última instancia, como personajes de una suerte de comedia del arte
de la narrativa de aventuras, una versión estilizada (y por tanto,
cargada de lecturas, intertextual y metanarrativa) de los clásicos (y
los géneros) que están en la base de la formación de Santullo como
escritor o en los antecedentes de su experiencia como lector.
Dicho de otro modo, Santullo cumple. Si algo se puede decir del guion de El oro del zar
es que en líneas generales es correcto, satisfactorio; a todas luces
bien logrado. Quizá no abundan los momentos brillantes -en el sentido de
descollantes o de “geniales”-, pero la clave aquí es que en principio
no tiene por qué haberlos, en tanto lo que se busca es otra cosa.
Además de entretener al lector, hay una evidente construcción del autor
como un profesional, un creador versátil, un artesano (como opuesto al
“artista” en este contexto particular), valores que aparecen
notoriamente en otros guionistas de historietas contemporáneos de
Santullo, entre ellos, en Nicolás Peruzzo y Pablo “Roy” Leguisamo,
también preocupados ante todo por esa buena factura de sus historias.
Valores, en última instancia, que Santullo maneja con soltura y aplomo.
Por supuesto que es ineludible el arte de Marcos Vergara, que encuentra en El oro del zar
uno de sus mejores momentos. Más allá de la expresividad del dibujo y
la hábil narrativa visual (ver la página 93 como un gran ejemplo del
diálogo cine-historieta, por cierto), Vergara dispuso en las páginas de
esta novela gráfica un más que interesante juego de registros: por un
lado, la “suciedad” gráfica de las historietas de aventuras más clásicas
(Dante Ginevra, en el prólogo, invoca a los italianos Dino Battaglia y
Sergio Toppi), con sus colores planos y sus errores de registro, y, por
otro, el subtitulado amarillo de los VHS, que en El oro del zar es usado para traducir diálogos en japonés.
Leyenda en entregas
Queda para el final El druida Merlín: el porquerizo y el ladrón.
En este libro opera también una adaptación, por lo menos en cierto
grado de relación con una fuente literaria, intermedio entre la
traducción a la historieta de relatos clásicos de Misterios de cuarto cerrado
y la inspiración en un género o subgénero (las aventuras) considerado
como un campo de recursos narrativos y tipos de personaje en El oro del zar. En ese sentido, hay una referencia literaria y/o cinematográfica -podría ser La muerte de Arturo, de Thomas Mallory; o Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck; o La espada y la piedra, el clásico de los estudios Disney; o la insuperable Excalibur,
de John Boorman- y un juego de variaciones trazado sobre ella: acá se
trata de la infancia de un posible Merlín, con su iniciación a la magia
en un formato que remite a las historias de “origen” del cómic de
superhéroes.
Aparecen también, justamente, los lugares comunes del género de
iniciación y del de “orígenes”, junto al vasto repertorio de la alta
fantasía o la fantasía épica: por ejemplo, “cambiapieles” (seres que
pueden mudar de la apariencia humana a la de un animal) y la más o menos
marcada sensación de un destino que aguarda al protagonista. Como en
las otras historietas que se comentaron y en el conjunto de la obra
narrativa de Santullo, esos lugares comunes son insertados hábilmente en
la peripecia del protagonista, de manera que, si bien se los asimila
fácilmente como clichés, no llegan a operar en detrimento del goce del
lector.
Es cierto, no obstante, que el caso particular de El druida Merlín...
puede llegar a parecer un poco insuficiente en términos de elaboración,
como si valiera la pena pedirle más al guionista; se trata, por
supuesto, de la primera entrega de una serie, así que espacio para
desarrollo hay. Santullo quizá no se plantea revolucionar o llevar al
límite o “trascender” los géneros que practica, ni presentarnos “la gran
novela” uruguaya, rioplatense o latinoamericana, sino más bien trabajar
de manera competente, sólida y consistente, pero por su ya probado
talento es que vale la pena esperar de él un poco más que lo que ofrece
en este trabajo. En cualquier caso, la belleza de las imágenes aportadas
por Jok (que acá prescinde de su fuerte, las delicadas coloraciones, y
nos ofrece, en cambio, un soberbio blanco y negro de alto contraste)
hace que este libro valga la pena y que tengamos más motivos para
esperar los volúmenes que le seguirán en la saga propuesta. ¿Ejemplos de
su buen hacer? Por supuesto: la página 13, la página 61 y las páginas
34-35, todas ellas magistrales.
Alfredo Zitarrosa siempre es motivo de interés,
y por estos días, al filo de su aniversario, y con la fiesta que va a
haber en su homenaje en el Estadio Centenario, su figura vuelve a ser
objeto de múltiples enfoques. Uno de ellos puede ser la cantidad de
libros sobre él, en los que se abordan los muchos planos de su
trayectoria y su anecdotario.
Uno de los más originales se llama simplemente Zitarrosa,
fue publicado por Estuario Editora meses atrás, y tiene texto de
Rodolfo Santullo e ilustraciones de Max Aguirre. Su particularidad
arranca en que es un cómic, y uno puede pensar que la biografía del
recio cantautor podría no adaptarse al formato de Tarzán o Superman.
El hermoso y emotivo libro ostenta más
particularidades: es un cómic hecho en base a entrevistas, y las
fuentes aportaron jugosas anécdotas, que el hábil lápiz de Max Aguirre
plasma con maestría. Hay un primer mérito en la elección de los temas de
cada uno de los ocho capítulos, que por medio de historias a veces
mínimas, captan la hondura del personaje. El retrato que se logra de
Zitarrosa es genial, a través de dibujos y pequeños textos que mezclan
frases de los entrevistados y letras de las canciones del cantautor.
La estética del libro merece especial atención, por el
modo en que fueron pintadas las imágenes y los personajes de una época
ni cercana ni lejana. También la composición de las páginas, otra de las
habilidades que tiene que tener un creador de cómic.
En las librerías, junto a ese libro, se suele encontrar
otro que complementa muy bien el acceso a la biografía del músico. Se
trata de Alfredo Zitarrosa. La biografía, que el investigador
Guillermo Pellegrino publicó también en Estuario. En unas 180 páginas,
el autor sintetiza con rigor aspectos de la vida y obra del cantante de
la voz grave e inconfundible, en un trabajo que es tan fundamentado como
ameno.
Pellegrino tiene una larga trayectoria dedicada a la
música popular uruguaya y al género biográfico, y en este volumen arma
cronológicamente una biografía interesante, en la que con santa
paciencia va conjugando las más diversas fuentes para armar el
rompecabezas que es siempre contar la vida de alguien. Pellegrino sabe
cuándo afirmar, cuándo plantear una duda, o cuándo detenerse ante la
ausencia de más información, asunto que hace que su trabajo sea
particularmente valioso.
Un tercer libro, editado por Planeta, complementa esta invitación a aproximarse a Zitarrosa desde otro lugar. Se trata de Sonríe muerte,
poemario con textos poco conocidos del egregio juglar. Así, a través de
la poesía, el cómic y la biografía, el poeta, músico, cantor, y hasta
actor, se irá armando mejor en la mente de cada uno.