9/13/2016

"El Oro del Zar" en La Bitácora de Maneco

jueves, 8 de septiembre de 2016

EL ORO DEL ZAR: TRADICIÓN + TIEMPO

El oro del Zar (Colección Charquito Nº 18). Guión: Rodolfo Santullo. Arte: Marcos Vergara. Portada: Marcos Vergara. 120 páginas a todo color. Estuario Editora / Grupo Belerofonte / Loco Rabia. ISBN: 978-9974-720-35-0. Uruguay / Argentina, enero de 2016. 

Cada vez estoy más convencido de algo: La modernidad es el resultado de la tradición más el paso del tiempo. Narrativamente hablando, quiero decir, tiene que ver con el apego a los cánones clásicos de los distintos géneros, sus códigos expresivos, la manifestación física de sus establecidos patrones culturales. Todo ello, claro, abordado desde la moderna sensibilidad que propone una mirada más cosmopolita, menos prejuiciosa y sinceramente permeada por las resignificaciones sociales, políticas y humanistas que aportaron los años y la Historia. 


Aggiornamiento, podríamos intentar definir con una palabra. Pero en el caso de El oro del Zar, me parece, tal palabra se queda chica. Rodolfo Santullo, uno de los más completos guionistas rioplatenses de su generación, no sólo se apropia aquí de los verosímiles fundantes del folletín, sino que los revitaliza con la empatía que sabe insuflarle a la acción física, con la belleza de la palabra justa dicha en el momento preciso. Detalles que ya no deberían llamarnos la atención porque, a esta altura, se trata de la identidad de su tono, de su estilo, de su voz autoral consagrada. 


Con humor y ligereza, gambeteando la solemnidad y la grandilocuencia banal, la obra serializada originalmente en el sitio web Historietas Reales entre mayo de 2013 y octubre de 2015, recrea aquella maravillosa sensación de asombro que le imprimían a la Aventura las exóticas locaciones explotadas por la literatura popular y el Hollywood en Cinerama. La Rusia zarista, en guerra contra los japoneses y jaqueada por asesinatos políticos, huelgas y actos terroristas, ¿demasiado? confiada en la promesa de mejores tiempos venideros que auguraba la inauguración del Tren Transiberiano. 


Una época que ya no existe, un imperio que ya no está, un lujo que opacó su brillo. Un viaje a culturas desconocidas en épocas turbulentas. El drama que se resuelve en tiempo continuo (del 21 al 29 de julio de 1904), en el espacio limitado (pero en movimiento) de los vagones con trayecto prefijado entre Moscú y Vladivostok. Rusos, cosacos, mongoles, irlandeses y alemanes, movidos por los hilos del espionaje en tiempos de palomas mensajeras. Militares, hombres de negocios, geólogos, revolucionarios y femmes fatales, obligados por las circunstancias a poner de manifiesto el valor de sus recursos intelectuales y físicos. 


La historieta trabaja la tensión entre el adentro y el afuera con la precisión que requiere la maquinaria del enigma policial de cuarto cerrado. Y, al mismo tiempo, capitaliza el signo salvaje, tribal y nómada que uno asocia a la estepa siberiana inventada por la pluma melodramática de Julio Verne (obvio homenaje incluido). Terreno propicio para la forja de amistades inquebrantables, la faena sin piedad del enemigo y el sinceramiento de las traiciones que traquetean a bordo. Todo ello subsumido en el trazo inquieto de Marcos Vergara, dueño del registro exacto a la hora de retratar esta gesta romántica más grande que la estatura humana, porque aúna la lucha materialista con la batalla idealista. El punto justo de hervor donde comienzan a derretirse el oro y la tiranía. 
Fernando Ariel García

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