Un recorrido por lo mejor del mundo de la historieta, sus películas y sus series.
El color de la nieve
Por Sebastian Aguilera. Miércoles 31 de Agosto 2016
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Ya en la portada, El color de la nieve promete una fábula o por lo menos algo onírico y al hojear el cómic, los dibujos de Tomás Gimberant son una sorpresa. Da gusto descubrir que esta es su primera novela gráfica y ya haya destacado tanto. En pocas viñetas logra sumergirnos en un mundo onírico surrealista, pero con un ritmo pausado en el que las emociones de los personajes se vuelven aún más importantes que el mismo entorno. El problema puede radicar en que sus personajes son animales antropomórficos, en este caso va más allá del recurso estilístico, pero que hace que corra el riesgo de ser catalogado como como autor furry por los mismos furries. En caso de que no sepan lo que son, se trata de un grupo de fetichistas de lo antropomórfico, los peluches y los disfraces basados en sus personajes que son incapaces de autodefinirse (cosa de la que se vanaglorian y se consideran complejos por eso) Aquí el recurso estilístico de los animales antropomórficos le permiten generar climas surreales y darle un toque de fábula onírica a la historia y a su vez, permitirnos apreciar que Gimberant es un dibujante con una muy buena técnica y gran sensibilidad, que va a destacarse aún más en el futuro
En cuanto a la historia, las raíces teatrales de Farías le permitieron partir de una premisa simple, un tortugo viejo quiere llegar hasta donde empieza la nieve para cumplir una promesa. Ya desde las primeras páginas juega con un anillo, lo que nos hace entender bastante su melancolía. Lo que rompe la estética de road movie es lo que va a encontrar en el bosque que debe cruzar: Guerra, sociedades industrializadas deshumanizantes y grupos de rebeldes. Cada una de estas se convierte en un capítulo y en ese sentido, la influencia de Ciudad de Ricardo Barreiro es evidente. Sin embargo aquí la historia fluye con mucha más elegancia y la transición entre capítulos se da con una elegancia notable. Como pueden adivinar, es brillante a nivel técnico, pero su fuerte no está ahí. Está en ese contenido que Farías transmite de manera honesta y en la forma en la que trabajó a los personajes. Con esto hace que cada una de las locaciones por las que pasa el tortugo tengan una identidad propia y transmitan distintos sabores de melancolía. En conjunto, tiene ese vuelto creativo que le faltaba a Farías y a su vez, es una muy buena historia.
Honesta y melancólica, El color de la nieve no es una obra maestra, ni tampoco es brillante. Es simplemente uno de esos cómics hechos con pasión en la que los autores dejan muchísimo en cada página y transporta a esos mundos a los que nos quieren llevar. Tienen que animarse, porque es uno de los mejores cómics de los últimos meses.
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