domingo, 1 de mayo de 2016
No duermas más
1. Este domingo mío
(y los otros posibles).
Tarde de domingo 1 de mayo, ¿qué se puede hacer? De todo,
por supuesto. En alguna de mis realidades paralelas fui a la Feria del
Libro;
en otra me habré juntado con amigos o familiares; es posible que en una
de esas
vidas alternativas me haya consagrado a algún trabajo doméstico o bien a
permanecer en la cama viendo alguna película con mi mujer. Esos serían
los
mundos paralelos más probables, y mal no están. Espero que esos otros
Pablos hayan tenido éxito con su plan. Si me copo y fantaseo, espero que
exista un yo
que en otro hoy esté haciendo algún viaje exótico por el mundo, zapando
con Mollo
y Arnedo en una sala de ensayo o viviendo en un país y un mundo donde el
neoliberalismo
fuera sólo un mal recuerdo. Pero en ESTA realidad, simplemente lo pasé
re bien en casa,
leyendo una gran historieta.
¿Por qué habré salido con esto de las realidades paralelas,
los mundos ideales y los no tanto? Será que así opera la mente, porque en realidad
no me lo propuse. Hoy leí “El Dormilón” de Rodolfo Santullo (guión) y Carlos
Aón (dibujazos), que no es otra cosa que un policial enmarcado en la distopía;
en el cada vez más frecuente género de los mundos post apocalípticos.
2. ¿Qué pasó ayer?
A la hora de construir ficciones donde la sociedad (o parte
de ella) ha sobrevivido a algún tipo de catástrofe y debe o pretende volver a
constituirse, primero necesitamos ese hecho o Big Bang que sea el punto de
partida de la historia que nos van a contar. Ya sea que se narre hacia atrás
(cómo fue que ocurrió lo que ocurrió) o hacia delante (cómo será a partir de
ahora). A mí personalmente me ocurre que si se trata de meteoritos que chocan
contra la Tierra,
o invasiones extraterrestres, por ejemplo, ya desde el vamos me cuesta
engancharme. Porque en virtud de cuestiones como el cambio climático o
cualquier otro factor derivado de la tendencia humana a la autodestrucción, me
cuesta pensar en males que provengan de afuera, que no sean producto del modo
de vida que insistimos en llevar adelante cada día. Dicho más simple, me
cuestan las ficciones catastróficas que no se expliquen linealmente por la
catastrófica realidad a la que asistimos.
Ahora bien, si uno no se pone hinchapelotas como yo y se
permite disfrutar de la fantasía, de ver cómo un escritor se las ingenia para
construir un mundo, una trama, y para llevarla adelante, tiene para elegir.
Porque este tipo de historias son cada vez más frecuentes en la literatura, el
cine y por supuesto también en la historieta.
Rodolfo Santullo, guionista uruguayo del carajo, que tiene
oficio y ha dado varias de las grandes historietas rioplatenses de los últimos
años, y que se sabe mover en casi todos los géneros, nos tira un planteo
sencillo pero no por eso menos atrapante. Y el marco distópico en el que pone a
jugar a sus personajes no llega a ser un mundo, en el vasto sentido de la
palabra, porque la acción no se mueve más allá de un límite físico bien
demarcado: la acción se desarrolla en un gigantesco edificio de apartamentos,
tipo monoblock, erigido tras unas improvisadas murallas que lo separan de la
nada misma. Lo rodean un gran charco de agua y una tierra desierta que se
extiende hacia un horizonte distantísimo, habitada por feroces “madmaxes” que
forzaron a los habitantes del edificio a recluirse indefinidamente,
subsistiendo a base de comida enlatada.
Nunca llegamos a saber exactamente cuál es el punto de
inflexión que viven los personajes, aquello que los llevó a refugiarse en la
gran torre. Apenas se alude a crisis alimentaria y superpoblación. Y llegamos a
saber que al instalarse allí, lograron improvisar una huerta para auto
sustentarse, con lo cual descartamos la cuestión radiactiva, los virus o las plagas.
De todas formas no importa demasiado. Sí sabemos que El Dormilón (así se
referirán a nuestro “héroe”, cuyo nombre previo no conoceremos) era un creativo
publicitario más o menos acomodado que, al sobrevenir la debacle, logró hacerse
un lugar en la huída de los ricos hacia un espacio exterior donde supuestamente
la humanidad (o más bien, una selecta porción de la misma) podría comenzar de
nuevo. Pero con la mala suerte de que al despertar del congelamiento, se
encontró estafado y abandonado en el sótano del gigantesco edificio.
3. Los de afuera son
de palo.
Pero la historia (o mejor dicho, la historieta) no es la
catástrofe pasada, ni los madmaxes caníbales que merodean las lindes de la
torre, no. La posta es lo que pasa adentro de ese edificio, entre aquellos que
conviven en su interior; y un hecho en particular que ocurre a partir de los códigos, las normas y los roles de poder que hay
entre ellos y con los que el Dormilón tropieza literalmente en cuanto comienza
a transitar los oscuros pasillos del lugar. Más no te cuento porque prefiero
que lo disfrutes por vos mismo/a. Y cómo no hacerlo si está dibujada tan bien
por Aón. El argentino, que fuera miembro de La Productora entre fines
del siglo pasado y comienzos del corriente, se lleva aquí toda la gloria por
haber logrado algo que parece simple pero no lo es: dibujar algo que resulte imborrable.
Porque esa mole de ventanas rodeada por ese desierto, ese charco y esos colores
de apocalíptico atardecer a mí no se me van más de la cabeza. Y la composición
de las páginas, la fluidez narrativa y el diseño de los personajes son todos
puntos a favor. Todo perfectamente desarrollado a lo largo de 11 capítulos que
duran 88 páginas.
Así que hoy pude disfrutar con esta gran obra y además
completamente gratis. ¿Cómo, dónde?, preguntarás. Esta obra se publicó por
entregas semanales en la revista digital de la editorial Loco Rabia (http://dropr.com/locorabia)
durante 2014
y 2015. Y ahora está ahí, completa junto con otras historietas de otros
autores,
para que la leas de un tirón como hice yo hoy. Hasta que se publique en
libro,
espero. Porque este cómic es para leerlo bien grande, en un lindo papel.
¿Estaré pidiendo demasiado? Acaso en un mundo paralelo sea posible. Y si
no,
como sea, pero en libro, che. Vos, mientras tanto, clickeá y leé,
aprovechá. Mirá
si se viene la catástrofe, nos quedamos sin conexión ni energía y vos
sin haber leído El Dormilón… Mejor no duermas vos. ¡Al Rescate!
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