COMIC
La crisis de 2002 se puede contar como un comic
25 jun 2016
Como muchos jóvenes de su generación, Nicolás Peruzzo descubrió los comics con los X-men,
aunque reconoce que comenzó tardíamente a realizar viñetas: a los 27
años, cuando el estándar es hacerlo a los 20, dice Peruzzo.
Estudiante de Ciencias Económicas, decidió lanzarse de
lleno a las caricaturas cuando ganó un concurso de dibujos organizado
por Montevideo Comics, donde el personaje principal, una rana, se
quejaba de que esos certámenes estaban arreglados.
Así nació Ranitas, su primer libro
autobiográfico, donde cuenta sobre esa generación de jóvenes bisagra de
los 90, que no se identificaba ni con Los Estómagos, ni con las bandas
del nuevo milenio. Su segundo trabajo, titulado La mudanza,
volvió a explorar la melancolía de la juventud también con una mirada
biográfica. Allí se cuentan los veranos en Parque del Plata donde con
sus amigos pasaba las tardes.
También ha publicado librillos para entidades como el
Poder Legislativo (un comic sobre la Constitución par niños y otro para
jóvenes), y otro de Bandas Orientales, donde se repasa en viñetas la historia del Uruguay.
Su más reciente trabajo es Rincón de la bolsa,
una novela gráfica que editó periódicamente en la revista Lento, ahora
reunida en un libro propio. Se puede descargar gratis en la web Ninfa
Comics.
Es un comic que habla de un Uruguay que parece lejano
en el tiempo, aunque se sitúa tras la crisis de 2002 con una mirada
nostálgica y con guiños a El Astillero, de Juan Carlos Onetti (como nombrar Larsen a la textil, como el apellido del protagonista).
Aunque venía trabajando como caricaturista cómico, a
Peruzzo le pidieron un drama, "una tira serializada y que cada capítulo
fuera autoconclusivo". Entonces decidió contar una historia madre, a la
que después le agregó 15 páginas en el medio, para que no quedaran los
capítulos cortados "porque la idea era que cada mini arco de cuatro
páginas se fuera cerrando", dice.
Un auditor llega a ese lugar, Rincón de la bolsa, "a
hacer un trabajo que no se sabe exactamente qué es", lo que genera mucha
especulación por parte de los integrantes del pueblo, y esa es la
historia subyacente.
Para crear esta historia, Peruzzo utilizó lo aprendido mientras trabajó en un estudio contable.
En ese entonces lo enviaban a distintos pueblos del
interior "que se habían muerto porque tenían una fábrica, pero que había
desaparecido. Algunas fueron reabiertas, pero que ya no eran lo que
fueron antes", dice Peruzzo. Aquellos lugares, parecían pueblos
fantasmas, aunque los que quedaban eran personas muy pintorescas. De
muchos de ellos tomó sus historias, a modo de inspiración, para este
libro.
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