Artigas, el regreso… así se podría llamar esta parodia
ilustrada que narra las aventuras del héroe oriental que al volver de la
tumba se encuentra -para su sorpresa- a un país que le rinde homenaje
en cada avenida y le dedica un busto de bronce en cada escuela.
Esa es la idea que llevó a los hermanos Andrés y Leo Silva a meterse
de lleno en el desarrollo de Prócer Zombie, una historieta irónica y
jugada que desafía la historia de la patria tal como la conocemos y pone
a Don José Gervasio a buscar el origen de su propia leyenda.
¿Cuándo y cómo surge esta idea de Prócer Zombie?
Todo empezó con un afiche de una supuesta película a estrenar en
donde una mano putrefacta con uniforme blandengue resurgía desde abajo
de la tierra. Creemos que fue hace 3 años. Más adelante, nos gustó la
idea de traer al prócer a la vida en tiempos modernos.
La historia es ficción pero está muy bien documentada, ¿cómo fue el proceso de investigación? ¿A quién acudieron?
En principio, nos apoyamos en el discurso de historiadores y
revisionistas, especialmente en el profesor Guillermo Vázquez Franco.
Tiene una visión diametralmente opuesta a lo que nos inculcaron los
libros de historia y las maestras en primaria. Eso nos pareció súper
interesante para construir al “personaje Artigas” que fue en vida. Un
héroe que en realidad no fue tan héroe. Luego, ya obsesionados
completamente con el tema, empezamos a transitar por varios museos para
cuidar los detalles de vestimenta y objetos relacionados con la época.
¿Quiénes les dieron para adelante con el proyecto?
En la interna se lo presentamos a muchos amigos y causó mucha
risa, disfrutaban leyendo los capítulos que teníamos a modo preview en
el celular pero muchos de ellos descubrían cosas diferentes,
interpretaban diferente. Eso a nosotros nos parecía fabuloso porque ahí
es donde surgía efecto todo el relevamiento histórico que generamos
desde el humor. No hicimos chistes porque sí, creemos que hay un
contenido.
Hubo muchas visitas a museos y, como te dije anteriormente, leímos
a historiadores y revisionistas siempre búscandole una vuelta de
tuerca para darle nuestra impronta.
¿Quién hace qué en Silva Bros?
Primero que nada, queremos aclarar que a nosotros nos encanta que
nos confundan y que no sepan quién es quién. Es parte de nuestra
identidad. Somos uno solo, no importa quién hace qué. Ambos somos
ilustradores, sin estilos marcados. No nos gusta autocopiarnos todo el
tiempo y si lo hacemos, creemos que estamos haciendo las cosas mal.
Se presentaron a los Fondos Concursables y ganaron. ¿Estaban convencidos de que les iban a seguir este viaje?
La esperanza siempre la teníamos. De lo contrario, nunca
nos hubiésemos presentado. Acá es donde destacamos a Rodolfo
Santullo, que nos tiró la idea de presentarnos y nos alentó en todo
momento.
¿Cómo recibió el público la historia del Prócer Zombie? ¿Alguna reacción que les haya sorprendido?
El libro, si bien recién salió del horno, tuvo mucha campaña de
expectativa y la recepción en general fue muy positiva. Creemos que el
punto más fuerte es que es un producto bien nacional, cualquiera se
puede identificar con el libro y hacerse fan de un héroe más humanizado y
no tan fantástico.
Y en cuanto a respuestas que hayan sorprendido, sí, pero están
vinculadas mas bien a un comentario negativo. Personas que se
sintieron sumamente ofendidas. Cuando fue tapa en el diario La
República, una persona comentó en las redes que eramos unos malnacidos e
ignorantes. Pero más que sorprendernos, nos daba mucha gracia, porque
su argumento pasaba por insultarnos a nosotros que criticar la obra en
sí.
También hubo un militar que nos mandó un mensaje por privado en
facebook hablando que el pabellón artiguense era propiedad
intelectual suya (¿?).
¿Dónde se puede comprar y cuánto cuesta?
El punto de venta principal somos nosotros mismos (aquí).
Además, tienen la ventaja de poder comprarlo firmado con un dibujo del
prócer. Luego, en muchas librerías del país. Es un libro editado por
Estuario y Grupo Belerofonte. El precio: 350 pesos orientales. Uruguayos
no, orientales.
Novela gráfica de Serra y Peruzzo que explora algunos dramas existenciales muy orientales.
Matías Castro05 ago 2016
LA ÚLTIMA novela gráfica de Nicolás Peruzzo
tiene dos puntos a favor. O tres. Narra una buena historia de forma
contundente. Vuelve a desafiar las convenciones editoriales y
comerciales de la vieja escuela. Y habla de Uruguay, sin pretender
hacerlo. Eso convierte a Peruzzo en uno de los autores más interesantes
del panorama actual, tanto en historieta como en literatura.
Rincón de la Bolsa es una novela gráfica escrita
por Peruzzo y dibujada por Gabriel Serra, un talento a tener en cuenta.
Narra la historia de un auditor que llega al ficticio pueblo de Rincón
de la Bolsa a realizar la auditoría de la fábrica textil Larsen S.A. una
empresa que movió la economía del lugar durante décadas y que ahora
está cerrada. La referencia a Larsen, el protagonista de El astillero
de Onetti, no es casual, como se reconoce desde el prólogo, pero
tampoco es directa, ya que la narración y su tratamiento siguen sus
propios derroteros.
"Esto era lo maravilloso de trabajar acá. No hacía falta aspirar a más", dice Marrero, uno de los personajes. "Y
algo parecido me pasa con el pueblo, en mis 67 años nunca salí de
Rincón de la Bolsa. ¿Para qué? Si todo lo que uno necesita lo tiene acá…
Acá tenemos un dicho: Nadie está contento de venir a Rincón de la
Bolsa, pero irse los pone mil veces más tristes". Estas citas son
ejemplos de todas las ocasiones donde el libro despierta ecos de la
idiosincrasia uruguaya, de esa emigración permanente y los dilemas
existenciales que conlleva.
El retrato del pueblo diminuto y sus peculiaridades son
uno de los hallazgos del libro, apoyados en buena medida por el dibujo
de Serra. Su capacidad para narrar desde las imágenes se refuerza por el
hecho de que Peruzzo es también dibujante (sus cómics Ranitas y La mudanza son una buena referencia), hecho que facilita la química entre ambos.
Otro de los hallazgos del proyecto tiene que ver con su
distribución. Está a la venta en librerías, pero también se puede
descargar de forma gratuita desde la web del sello Ninfa Comics. Todas
sus otras historietas se han editado desde la autogestión, con el mismo
criterio. Contra todos los pronósticos, los lectores crecieron y la
difusión y las ventas aumentaron (en algunas ferias incluso los lectores
han podido optar entre la versión en papel a la venta o la versión
digital gratis, ofrecida en un pendrive).
RINCON DE LA BOLSA, de Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra. Ninfa Comics/Estuario/Belerofonte, 2016. Montevideo, 56 págs.
En su columna Qué Leer, Natalia Mardero recomendó "Pichis" de Martín
Lasalt que "toca temas de la marginalidad sin conflictos, es una novela
contundente y muy linda de leer", según nuestra columnista. Además
trajo una novela gráfica llamada "Rincón de la Bolsa" de Nicolás Peruzzo
y Gabriel Serra.
RINCÓN DE LA BOLSA: CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Rincón de la Bolsa. Guión: Nicolás Peruzzo. Arte: Gabriel Serra. Portada: Gabriel Serra. 56 páginas a color. Estuario Editora / Grupo Belerofonte / Ninfa Comics. ISBN: 978-9974-91-226-7. Uruguay, mayo de 2016. Descarga gratuita desde el sitio web de Ninfa Comics aquí.
Boludeando por
internet, mientras buscaba el sitio web de Ninfa Comics para descargarme
esta historieta, encontré que Rincón de la Bolsa es (o fue) el nombre
real de una ciudad emplazada en el área metropolitana de Montevideo.
Desconozco si la aldea que pintan Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra en la
novela gráfica Rincón de la Bolsa se corresponde fehacientemente
con la que está (o supo estar) en los mapas; y la verdad es que no
importa mucho a la hora de entender el fresco social, político y humano
que los autores transmiten con veracidad, nervio melancólico y esa
sensibilidad de íntimo desasosiego que sólo late en las orillas
rioplatenses.
Pensada y realizada para entablar un sincronizado diálogo ideológico, temático y estético con El astillero
de Juan Carlos Onetti, la ciudad-pueblo a la que llegamos como lectores
es el reflejo ideal de un Uruguay multitemporal, fusión simbólica que
condensa en unos días de ficción el regional tránsito histórico que va
de los tumultuosos ’60 a los traumáticos ’90. De ahí (supongo) la
imposibilidad de escapar de esa atmósfera densa, pesada, agobiante, tan
cansina como cansada, que resume el estado valdemariano de muerte
suspendida, de falsa vida prolongada en la que han caído el lugar y sus
habitantes.
La razón es tan
simple como conocida. Tras el cierre de la textil Larsen (homenaje
directo al protagonista de la novela que Onetti publicó en 1961), el
pueblo anarco-comunista de Rincón de la Bolsa encalló en esta zona
fantasma que se engulló los trabajos, la dignidad y la identidad de las
familias del lugar. La pulseada que ganó la nueva cultura empresarial
del capitalismo salvaje, la perdió aquella veterana concepción sindical
que tenía en el ascenso social de la clase trabajadora su motivación
principal.
Cinco años
después del fin del mundo, el impacto social sigue golpeando con la
misma fuerza, con la misma persistencia. Rincón de la Bolsa está hecho
bolsa, no llega a ser ni la sombra de lo que supo ser gracias a las
conquistas sociales que les fueron vilmente arrebatadas. A este paraje
olvidado de las manos de Dios y del Estado cae un auditor, atravesado
por problemas familiares y existenciales, para decidir sobre el futuro
inmediato de la textil. Sin saber que el proceso lo llevará a decidir
también sobre su futuro inmediato y sobre el futuro inmediato del
pueblo, sus habitantes y las recargadas expectativas que su presencia ha
generado en las calles, las casas y las mesas del lugar.
Más allá de la
afiatada crónica del desbarranque programado de un proyecto industrial,
esta recopilación expandida de la historieta serializada en la revista Lento
entre abril y diciembre de 2015, consigue poner en palabras, en
rostros, en emociones, la profundidad de las cicatrices causadas por la
aniquilación del Estado de Bienestar. No sólo en el desamparo colectivo
generado por la retirada de las políticas sociales redistributivas e
igualadoras, sino (y sobre todo) en el ámbito privado de las personas,
hombres y mujeres a quienes les fue quitado todo, hasta la capacidad de
imaginarse felices.
Parece fácil constatar el crecimiento (incluso el “auge”) del
cómic uruguayo en los últimos seis u ocho años. Hay, de hecho, varias
líneas especialmente visibles: la consolidación de proyectos editoriales
(en particular Grupo Belerofonte, seguido por Dragon Comics y Ninfa
Comics, con el grupo GAS a cierta distancia) y de un pequeño grupo de
guionistas liderado (en más de un sentido, pero detallarlo sería motivo
para otra nota) por Rodolfo Santullo, sobre quien es ya un lugar común
señalar su buen hacer y -detalle para nada menor- su prolificidad. Es
posible, de hecho, que las virtudes y defectos de Santullo como
guionista sean también los defectos y las virtudes de la escena
historietística local, al menos en lo referente a los guiones.
Esto, me parece, es particularmente visible en dos novelas gráficas de aparición reciente: Aram el armenio, con guion de Abel Alves y arte de Majox y Lara Lee, y Rincón de la Bolsa, con guion de Nicolás Peruzzo y arte de Gabriel Serra. Novelas sólidas, bien hechas, pero, a la vez, creaciones en cierto modo conservadoras.
La última fue publicada por entregas en Lento, y
correspondió a José Gabriel Lagos, editor de la revista, aportar el
prólogo. Se trata de un texto valiosísimo, en tanto propone una serie de
líneas de lectura particularmente clara, ofrece un vínculo fértil con
una tradición literaria y contagia de entusiasmo al lector. Sería muy
difícil contradecir a Lagos cuando comenta la relación de la historieta
de Peruzzo con Juan Carlos Onetti y, en particular, con El astillero
y una de sus “interpretaciones” más consagradas. En el guion de
Peruzzo, ese recurso de referencia al centro del canon narrativo
uruguayo sirve para espesar significados; Onetti jugó a aceptar y negar
la lectura de su novela como una alegoría del Uruguay del neobatllismo
ya decadente, y Peruzzo, hábilmente, instala su alegoría en el mismo
juego. Ya desde la portada, donde se ve un edificio venido a menos que
ostenta un cartel que dice “Larsen SA”, el lector puede pensar que va a
encontrarse con una novela gráfica en la que la decadencia de una
fábrica remeda la del país, de la misma manera en que la
decadencia del astillero onettiano remeda... bueno, ya me entendieron.
Esa instalación de una alegoría, sin embargo, podría ser mejor pensada
-y acá aparece otro gran acierto de Peruzzo- como una modulación
de cierta alegoría, ya que si la onettiana se da por sentada desde el
comienzo, a medida que se avanza en la novela gráfica cobran especial
relieve otros asuntos, más vinculados con el proceso del protagonista y
no menos onettianos.
En manos de un guionista menos hábil, esa referencia podría ahogar o agotar la narrativa, pero eso no pasa en Rincón...
En la línea de las virtudes del trabajo de Santullo visibles en la obra
del grupo de guionistas mencionado (en el que cabe listar a Peruzzo, a
Pablo Roy Leguisamo y a Martín Magnus Pérez), sin duda
el manejo hábil de las estructuras narrativas, la economía de medios y
el conocimiento de referentes literarios (géneros o escritores) son los
valores que se persiguen y, en general, se alcanzan. Peruzzo logra armar
un relato sólido, dinámico y ágil.
Los defectos señalables, por cierto, no pesan más que lo mejor de lo
propuesto por la novela. Es cierto que hay una suerte de ansiedad en
Peruzzo por compactar significados y alusiones en pocas viñetas, y que a
veces se vuelve involuntariamente gracioso cómo cada personaje que toma
la palabra se pone a discurrir sobre los males que aquejan al lugar
donde vive, y suelta parrafadas sobre la vida y obra de los vecinos del
lugar. En una obra significativamente más larga, esto quizá no habría
sido un punto en contra, pero dada la brevedad de Rincón... se trata de un detalle que realmente no juega a favor.
Del mismo modo, Peruzzo parece atento a no contravenir prácticas
consagradas y a construir su narrativa de acuerdo con los manuales más
en uso. La división en “actos” de Rincón..., por ejemplo, es
sumamente notoria y hasta un poco forzada (en Santullo esto suele verse,
al menos en sus mejores momentos, como más natural). Si esa prolijidad
no operara, de hecho, en relación con un evidente descenso del
protagonista a una forma gris del infierno, iría en detrimento de la
potencia del libro. Pero esto no sucede: si entendemos que lo que le
importa a Peruzzo es más bien “cumplir” con códigos de artesanado y
-quizá sea un término clave- profesionalidad, queda claro que
su principal logro al respecto es que, desde esa actitud poco jugada o
conservadora, la novela logra abrirse camino en expresividad e interés.
Hay que señalar que buena parte del balance positivo de Rincón...
(y de su mencionada expresividad) tiene que ver con el hermoso arte de
Gabriel Serra, que por momentos parece heredero de los momentos más
expresivos de Matías Bergara, por mencionar un referente reciente y
local. En cualquier caso, la construcción del pueblo, la fábrica y las
playas por las que caminan los personajes es impecable. Serra construye
un clima aplastante e implacable, tanto que es fácil ponerse a imaginar
relatos de Onetti vueltos imagen por la mano de este dibujante.
La pesadilla de la historia
El caso de Aram el armenio es similar; de hecho, no sería un juicio muy desencaminado señalar que ambos libros son correctos, funcionan
y, a la vez, no llegan realmente a asombrar o sobrecoger, al menos
desde una operación tan antinatural como la implícita en separar el
guion del arte visual (porque el de Serra sí funciona como un golpe al
lector).
Abel Alves tiene su fuerte en el humor geek y delirante de la serie Zombess;
sin embargo, ha dado también muestras de ese profesionalismo,
versatilidad y buen hacer narrativo que la escena local privilegia sobre
otros valores posibles (la experimentación, el desafío al lector,
etcétera). En Aram..., el tema histórico -el genocidio del
pueblo armenio a manos del Imperio Otomano- impone, por supuesto, una
actitud de respeto hacia la fuente “real” de la narración y una
sensibilidad cuidadosa, y en ambas cosas Alves sale adelante. Como en la
novela de Peruzzo, los defectos apenas comprometen el balance final, y
de hecho las relecturas -incluso más que en el caso de Rincón...-
terminan por “convencer” de que ciertas zonas de la trama funcionan
bien (o mejor de lo que se pensaba), pese a una primera impresión
contraria.
Una de las estrategias más claras de Alves en Aram... es
rehuir absolutismos o maniqueísmos, apelando a complicar las facciones
en pugna. Dicho de un modo burdo, hay en esta novela gráfica -de las
pocas o poquísimas que abordan el tema– turcos buenos y turcos malos,
armenios simpáticos y hasta heroicos, y también armenios… pues, no
tanto. Esta estrategia -que es, por qué no decirlo, también de manual-
se convierte en uno de los ejes por los que prolifera la construcción de
significado (narrativo e histórico, por tanto, también político) de Aram...,
que fluye desde esas premisas y condiciones iniciales hasta un
desenlace quizás un poco simple y una última página que no está a la
altura de sus momentos más expresivos. La elección de Majox y Lara Lee
para el arte visual del libro es un detalle clave. Alves es un dibujante
más que atendible (brilla en el registro de la ya mencionada serie Zombess),
y a la vez demuestra ser capaz de detectar que para ciertos guiones su
estilo no es el más adecuado. Hace ya algunos años, su colaboración con
el entrerriano Nahuel Nahus Silva generó Sangre y sol, un libro atendible pero con altibajos notorios, sobre todo en la parte gráfica; el aspecto visual de Aram…, en cambio, es impecable, tanto desde el dibujo como -diría especialmente- desde el coloreado.
Tanto Aram… como Rincón… exhiben equipos de
dibujantes y guionistas notoriamente competentes; en el contexto de la
escena historietística nacional reciente, en la que la apuesta por la
profesionalidad, la consistencia y la versatilidad es sin duda una clave
del crecimiento y la visibilidad de los artistas, aparecen como libros
valiosos, sólidos, que construyen o confirman la buena salud de la que
goza el cómic uruguayo (o rioplatense, o iberoamericano, dado que Majox y
Lara Lee son argentinas y Alves, gallego). En ese sentido, sus
propuestas son más que bienvenidas. En cuanto al goce de la lectura, los
dos libros cumplen. Ambos son excelentes muestras de lo que se está
publicando en historieta por estas latitudes, y sin duda aportan más
argumentos a la hora de establecer el talento en potencia y en acto de
sus creadores, así como la manera o las maneras en que se configura esa
escena local.
Nicolás Peruzzo edita su novela gráfica Rincón de la Bolsa.
Nicolás Peruzzo. Foto: Darwin Borrelli
25 jun 2016
Como muchos jóvenes de su generación, Nicolás Peruzzo descubrió los comics con los X-men,
aunque reconoce que comenzó tardíamente a realizar viñetas: a los 27
años, cuando el estándar es hacerlo a los 20, dice Peruzzo.
Estudiante de Ciencias Económicas, decidió lanzarse de
lleno a las caricaturas cuando ganó un concurso de dibujos organizado
por Montevideo Comics, donde el personaje principal, una rana, se
quejaba de que esos certámenes estaban arreglados.
Así nació Ranitas, su primer libro
autobiográfico, donde cuenta sobre esa generación de jóvenes bisagra de
los 90, que no se identificaba ni con Los Estómagos, ni con las bandas
del nuevo milenio. Su segundo trabajo, titulado La mudanza,
volvió a explorar la melancolía de la juventud también con una mirada
biográfica. Allí se cuentan los veranos en Parque del Plata donde con
sus amigos pasaba las tardes.
También ha publicado librillos para entidades como el
Poder Legislativo (un comic sobre la Constitución par niños y otro para
jóvenes), y otro de Bandas Orientales, donde se repasa en viñetas la historia del Uruguay.
Su más reciente trabajo es Rincón de la bolsa,
una novela gráfica que editó periódicamente en la revista Lento, ahora
reunida en un libro propio. Se puede descargar gratis en la web Ninfa
Comics.
Es un comic que habla de un Uruguay que parece lejano
en el tiempo, aunque se sitúa tras la crisis de 2002 con una mirada
nostálgica y con guiños a El Astillero, de Juan Carlos Onetti (como nombrar Larsen a la textil, como el apellido del protagonista).
Aunque venía trabajando como caricaturista cómico, a
Peruzzo le pidieron un drama, "una tira serializada y que cada capítulo
fuera autoconclusivo". Entonces decidió contar una historia madre, a la
que después le agregó 15 páginas en el medio, para que no quedaran los
capítulos cortados "porque la idea era que cada mini arco de cuatro
páginas se fuera cerrando", dice.
Un auditor llega a ese lugar, Rincón de la bolsa, "a
hacer un trabajo que no se sabe exactamente qué es", lo que genera mucha
especulación por parte de los integrantes del pueblo, y esa es la
historia subyacente.
Para crear esta historia, Peruzzo utilizó lo aprendido mientras trabajó en un estudio contable.
En ese entonces lo enviaban a distintos pueblos del
interior "que se habían muerto porque tenían una fábrica, pero que había
desaparecido. Algunas fueron reabiertas, pero que ya no eran lo que
fueron antes", dice Peruzzo. Aquellos lugares, parecían pueblos
fantasmas, aunque los que quedaban eran personas muy pintorescas. De
muchos de ellos tomó sus historias, a modo de inspiración, para este
libro.
Por Carol Milkewitz ///
Todos los temas se pueden contar a través de la historieta. Y en el caso de Rincón de la Bolsa, “todo” incluye la crisis económica, el desamor, la violencia y la angustia.
En solo tres capítulos, este relato muestra la decadencia de un
pueblo del interior. Cada uno es precedido por una página a color con el
dibujo de un objeto representativo de la historia: un portarretratos
roto, un barco de papel, un cuaderno de tasación de activos por Jaime
Moleda.
¿Quién es Jaime Moleda? El protagonista del libro, a quien el
guionista de esta novela define como “rígido, formal y fóbico a los
cambios”. Viste siempre de traje y corbata, y es extranjero en Rincón de
la Bolsa, localidad donde se desarrolla la trama y un lugar en el que,
en apariencia, no sucede nada.
En palabras de uno de los personajes de la novela, conductor de
ómnibus: “Ni plazas, ni árboles, ni saneamiento… Este lugar es una
tristeza. Es como ver a un perro agonizando después de que lo atropelló
un auto”. Sin embargo, a medida que pasan las páginas comienza a
revelarse qué hay detrás de ese letargo.
El pueblo es visto a través de la mirada de Moleda, enviado allí para
auditar la textil Larsen S.A., cerrada cinco años atrás. El relato va
de lo general a lo particular, presentando cada vez más y más detalles, a
un punto que llega a abrumar al protagonista (y, probablemente, al
lector).
Con sus colores opacos, personajes onettianos, arrugas en las
frentes, diálogos cortantes y cuestionamientos (“¿Vos soñabas con el
final feliz?”), el libro encastra lo escrito con lo visual en un
resultado de pura desesperación.
Esta novela gráfica fue publicada originalmente en 2015 por entregas
en la revista Lento. En junio de este año, aquellas páginas creadas por
el guionista Nicolás Peruzzo y el ilustrador Gabriel Serra, ambos
uruguayos y treintañeros, se transformaron en un libro editado por el
sello Estuario.
Los autores ya habían trabajado juntos en el volumen Relatos de Ciudad Fructoxia (2009) y en Bandas Educativas,
un proyecto de creación de historietas de contenido educativo digital y
gratuito. Gracias a ese pasado en común, el proceso de trabajo se dio
de forma muy natural. La versión digital esta disponible online en forma gratuita en el sitio web de Ninfa Comics,
pero Peruzzo opina que cuando un producto artístico tiene una versión
física atractiva –como en este caso– los lectores estarán interesados en
adquirirla.
Rincón de la Bolsa, de Nicolás Peruzzo y Gabriel Serra
Estuario, 2016
56 págs.
Prócer Zombie, una idea original y divertida que debió ser más extensa
La novela gráfica trae a José Artigas al presente para una aventura hilarante
Llega
un momento en el que un país puede mirar atrás, tomar a sus figuras
icónicas (positivas o negativas) y apropiarse de ellas para generar
risas. El musical Hamilton es sensación en Estados Unidos con una trama sobre uno de los padres fundadores de ese país; la novela y película alemana Ha vuelto transportan a Adolf Hitler al presente; y en Uruguay, el cómic Prócer zombie se encarga de resucitar a Artigas y traerlo a la Montevideo actual.
Este
chiste es más fácil de hacer hoy que hace algunos años (que le
pregunten a El Cuarteto de Nos por este tema), aunque de todas formas el
texto no es una burla a Artigas sino una apropiación humorística de
este personaje, así como de otros nombres clave de la historia uruguaya
quienes también aparecen a lo largo de la historia de los Silva Bros.
En un formato de tira cómica, repartido en 17 capítulos de no más de cuatro páginas cada uno, la historia de Prócer zombie
es simpática y entretenida. Ver a Artigas refiriéndose a Ansina como
"un gran ñeri", o festejando un gol de Paraguay logran sacar carcajadas,
aunque queda la sensación de que la historia se podría haber
desarrollado mejor en un formato más extenso o sin tantas divisiones,
más cercano a una novela gráfica tradicional ya que el final de varios
capítulos e incluso el de la historia completa queda algo trunco. De
todas formas, la posibilidad de una eventual segunda parte se encargará
de atar los cabos sueltos.
Más allá de ser un héroe poco
convencional, El Prócer no deja de ser un personaje querible al igual
que el reparto que lo rodea. Ansina es uno de los personajes más
destacados y graciosos.
De todos modos y más allá de algunos defectos, Prócer Zombie
es una propuesta interesante tanto a nivel de su guión como de
ilustraciones. Con una combinación entre el cine de terror de clase B, cómics
como Patoruzú, el arte pop, y el estilo de la época artiguista, la obra
es llamativa a nivel visual y logra ser espectacular y épica. A esto se
suma la atractiva presentación del libro, y a los "bonus" como las
fichas de personajes que se encuentran al final del libro. Con su humor geek y su estilo llamativo, Prócer Zombie
es un proyecto curioso y divertido en la propuesta editorial uruguaya.
Más allá de que el resultado final deja un gusto a poco, vale la pena
leerlo, y esperar que las aventuras del cadavérico Artigas tengan
continuación.
Datos
$ 350 es el precio de Prócer Zombie, de Silva Bros. (editorial Estuario, Belerofonte 72 páginas)