12/16/2016

"Reflejo" y "El Dormilón" en la diaria

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Policiales con recursos de ciencia ficción

Se cuenta que John Wood Campbell Jr, el editor y fundador de la revista Astounding Science Fiction y responsable de la llamada “edad de oro” de la ciencia ficción, descreía de la posibilidad de mezclarla con el policial. El detective, decía, siempre podría acceder a una máquina que resolviese el crimen, de modo que la intriga se disolvería.
Isaac Asimov no estaba de acuerdo. Y para demostrar que Campbell se equivocaba propuso establecer reglas claras desde el principio y operar dentro de sus límites. Así, buena parte de sus relatos de robots y sus novelas Las bóvedas de acero (1954) y El sol desnudo (1957) son whodunnits (subgénero del policial en el que la trama evoluciona hacia el esclarecimiento del crimen), cuyas condiciones de resolución son inseparables de las “tres leyes de la robótica” establecidas en los relatos, a fin de generar una suerte de garantía de seguridad para los humanos (y, de hecho, suelen girar en torno a crímenes aparentemente cometidos por robots).
Por cierto, la fusión de policial y ciencia ficción no se agota en la habilidad narrativa del Asimov más clásico; acaso sus mejores ejemplos sean El hombre demolido (1953), de Alfred Bester, y, saltando casi tres décadas, la todavía fascinante Neuromante, de William Gibson, que toma como referente, en vez del policial clásico, la novela negra a la Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Acaso la ciencia ficción, si se tratara acá de arriesgar una hipótesis, podría ser presentada no tanto como un género (al menos, no un género en el sentido en que lo es el policial), sino como un campo de posibilidades desde el cual cabe escribir ficciones sobre crímenes, relatos de aventuras, novelas de tesis, etcétera.
Es interesante leer desde esa perspectiva dos de las más recientes novelas gráficas de Rodolfo Santullo, El dormilón (junto al dibujante Carlos Aón) y Reflejo (junto a Jok). Ambas se inscriben cómodamente en la ciencia ficción y también son policiales: un misterio de cuarto cerrado y un policial negro, respectivamente.
Empecemos por este último. El referente más claro para la polinización cruzada entre la novela negra y la ciencia ficción es quizá la película Blade Runner (1982), y en las páginas de Reflejo aparecen no pocos homenajes a ese clásico de Ridley Scott, aunque eso no agota el interés del libro. El guionista no se esfuerza por plantear un escenario futurista explorado a fondo, pero su química o sintonía más que notoria con Jok ofrece, a nivel de los detalles, un mundo convincente, fascinante y amenazador, con mucho más que investigadores duros (y duras), androides, clones y autos voladores que despegan entre nubes de vapor. Es fácil concluir, de hecho, que la historia calza a la perfección con el estilo barroco y convulso del dibujante.
Santullo en general trabaja desde cierto nivel de estilización del repertorio de figuras y recursos ofrecido por los géneros que aborda, de modo que el interés no se apoya tanto en lo fascinante por sí mismo de las ideas (como pasaba en la ciencia ficción clásica y pasa en la contemporánea con escritores como China Miéville, Paolo Bacigalupi y Ted Chiang) sino más bien sobre el proceso narrativo en sí mismo, sobre la ejecución sin fisuras de la trama. Así, Reflejo probablemente no sorprenda a los fans de la ciencia ficción -aunque estos, por otro lado, sin duda disfrutarán de los homenajes y las referencias- pero funciona a las mil maravillas dentro de los códigos de la novela negra.
Pasa algo parecido con El dormilón, en el que el escenario futurista es aún más tenue o esquemático, con lugares comunes de la narrativa posapocalíptica (catástrofe ecológica y económica, humanos que se refugian en comunidades que se quieren autosuficientes pero que quizá no lo sean, piratas/caníbales de carretera, ricos que huyen a las colonias espaciales). La solución del quién mató a..., acá sí dentro de los parámetros del policial clásico, es tan simple y clara que el efecto de la lectura no es el que podría causar otra reiteración de tópicos, sino el de una magistral economía de medios, una suerte de minimalismo apuntalado por el estilo de Carlos Aón, que ofrece pequeñas maravillas como la última viñeta del libro o la más que notoria expresividad de las páginas 75 y 27.
En ambos casos, entonces, el énfasis está puesto en el policial. Son como ejemplos o ejercicios sobre subgéneros del policial, que se sirven de escenarios de ciencia ficción o, por decirlo de otro modo, que trabajan con lugares comunes y esquemas consabidos de la ciencia ficción. Esto no implica una valoración negativa o escéptica: por el contrario, Santullo toma de la ciencia ficción exactamente lo que necesita, ni un átomo más ni un átomo menos, y dosifica esa traza de género -por decirlo de alguna manera- en el contexto del policial, que es sin duda el que sabe manejar mejor y disfruta más.
El dormilón y Reflejo
El dormilón, Rodolfo Santullo (guion) y Carlos Aón (arte), Belerofonte y Loco Rabia, 112 páginas. Reflejo, Rodolfo Santullo (guion) y Jok (arte), Belerofonte y Loco Rabia, 62 páginas. 
 

12/15/2016

"Viejos Canallas" en Tierra de Sueños y Pesadillas

Comic: Viejos Canallas

Guión: Carlos Trillo
Dibujo: Domingo "Cacho" Mandrafina
Editorial: LocoRabia/Grupo Belerofonte







“Viejos Canallas” es la continuación de “Fratelli Centobucchi” (muy conocida como “Spaghetti Bros”), uno de los grandes hits de una dupla infalible, Carlos Trillo y "Cacho" Mandrafina. Creo que alguna vez leí algún capitulo suelto de la saga original pero la verdad que no tenía idea de que se trataba. Ahora, habiendo leído solo “Viejos Canallas” y chusmeado por scan capítulos de “Fratelli….”, puedo decir que es una obra que se entiende sin ningún problema por sí sola, explicando perfecto quien es quien en el numeroso elenco.
Siendo exactos, el libro de “Viejos…” muy bien editado por LocoRabia son dos sagas. La primera, “El espíritu de la familia”, me resultó más redondita y cerrada, con un claro comienzo, desarrollo y un final perfecto. Principalmente sigue los esfuerzos de James Ricci, hijo de una de las hermanas Centobucchi, por descubrir los secretos familiares y escribir una novela. Para eso no se le ocurre mejor idea que juntarse con su tío Amerigo, el más jodido de su parentela. Amerigo posta es un sorete humano: violento, asesino, mujeriego, violador, capaz de cagarle la vida a sus propios hermanos tal como va descubriendo James; incluso ahora que está viejo y encerrado en un geriátrico sigue siendo una basura total. También es el personaje más cínico, irónico y con los mejores diálogos, por lo que me da mucha vergüenza admitir que es mi personaje favorito de la obra. Y eso es justamente la magia de Trillo, presentar las situaciones más degeneradas o atroces a través de un velo de humor negro, haciendo que no nos traumatice o choque (tanto) la barbarie.
La segunda saga, “El honor de los Centobucchi”  también está muy bien escrita y le da mucho más protagonismo en el presente al resto de los hermanos pero le falta un hilo conductor más fuerte; es más una seguidilla de capítulos donde Trillo se dedica a contar cosas del pasado que no había contado antes y que explican más las decisiones de vida de algunos personajes…. ¿Por qué Carmela llevaba una doble vida? ¿De dónde viene el morbo de Amerigo con su hermana Caterina? ¿Qué fue de la vida de la pobre Filomena, la sufrida esposa de Amerigo? Y otras preguntas de ese estilo. Cuando el guionista terminó de completar esos baches vuelve a la novela de James y listo. Sigue siendo material muy jugoso e interesante pero faltó esa sensación de continuidad y cierre que tuvo la primera parte del libro.
El dibujo de Mandrafina está en otro nivel; las expresiones en sus personajes, como rompe el realismo y recurre a la exageración de rasgos en los momentos perfectos. Algún puritano recalcitrante podría remarcar como casi todos los personajes femeninos en algún momento se tienen que poner en bolas (por gusto o no) pero Mandrafina nunca pierde el buen gusto: sus figuras femeninas son atractivas pero realistas, sin exageraciones y reflejando de donde provienen, edad, etc. No hay personaje que parezca salido de una porno barata por más que el guión por momentos va muy en joda y se acerca a una peli de Olmedo y Porcel. Otra genialidad del gran dibujante es como varia de la línea fina y concreta de las situaciones actuales a un dibujo más crudo y bocetado para los recuerdos y flashbacks.
Si tuviera que criticar algo del aspecto gráfico, me resultó un poco molesto el letreado (supongo que hecho por el propio Mandrafina ya que no figura letrista), con los caracteres muy juntos e inclinaciones variadas, aunque no le quita disfrute a la lectura. 
Recomiendo mucho leer “Viejos Canallas” y tratar de conseguir “Spaghetti Bros” o cualquier otra obra que junte a estos dos gigantes de la historieta nacional.

12/14/2016

"Luces de Neón" en la diaria

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Hijos del destino

Sin llegar todavía a poder hacer pie firme por fuera de la colección Cosecha Roja, el género policial parece haber alcanzado un desarrollo importante en la literatura uruguaya contemporánea. Por lo pronto, esa colección vive y lucha con buen suceso y se han consolidado autores del género; más allá de que incursionen en otros estilos, se podría decir que lo son Pedro Peña, Mercedes Rosende y Rodolfo Santullo. Este último ha sido uno de los más activos en Cosecha Roja: estuvo desde el inicio con Sobres papel manila (2010), luego publicó en colaboración con Martín Bentancor Aquel viejo tango (2011), en los últimos años Matufia (2014) y ahora Luces de neón. Por supuesto, eso no basta para transformarlo en un autor de policiales: es necesario, además de guardar cierta relación con alguna que otra convención genérica, saber llevar sus recursos de buena manera para que el resultado se distinga de un listado de crímenes o una anécdota. En esta novela, Santullo cumple esos requisitos y vuelve a confirmar que es uno de los nombres a tener siempre en cuenta dentro del policial local y latinoamericano.
Luces de neón trata dos historias en paralelo, una en estos años y otra a mediados de los 80. En la actualidad, un empresario argentino que se radicó en Atlántida para reabrir el hotel casino de esa ciudad es salvajemente golpeado y queda al borde de la muerte. Su hermana contrata a una especie de detective-sicario para que se encargue del asunto. Por otro lado, la historia de los 80 es de la planificación de un robo al casino, en años de un supuesto esplendor.
Obviamente, las historias se van a unir, y al decir esto no estropeo nada. De hecho, al comienzo de la novela el propio autor da pistas que llevan al lector a esa verdad. Y no sólo avisa sobre la relación entre las historias, sino también, desde temprano, acerca de algunas características del desenlace. Al leer esto alguno podría pensar que se trata, entonces, de un fracaso en términos de novela policial, pero la realidad termina siendo otra.
Es que en esta novela no todo gira en torno al plan, el golpe, el crimen, la investigación y la resolución final de todo. El verdadero tema es el fracaso y, en buena medida, el propio destino. Más que en cualquier otra novela de Santullo, los personajes parecen tener un destino inexorable del que no pueden escapar. Y, en el caso de estos personajes, les depara que nunca podrán alcanzar lo que desean. En ese sentido, es muy bueno el trabajo de descripción de personajes de la primera mitad del libro, ante el cual un lector ansioso por los detalles del golpe que se está planeando podría pensar que el autor está perdiendo demasiado tiempo en sutilezas acerca de sus vidas, incluso cuando se trata de personajes secundarios (¿los hay realmente en esta novela?), pero en realidad lo que está haciendo Santullo es establecer los cimientos narrativos necesarios para que luego explote, sobre el final de la novela, la idea de la imposibilidad de alcanzar lo deseado, de ser felices, de amar y ser amados, tiñendo todo de una tonalidad entre melancólica y dramática. Luces de neón quizá sea, entre sus libros, el más inmerso en la melancolía, pero eso no lo aleja del género.
También se nota un cambio en la relación entre el autor y sus personajes. En novelas anteriores ya habían aparecido algunos a los que todo les salía mal (un ejemplo claro puede encontrarse en Sobres papel manila) hasta llegar a un completo derrumbe, pero la forma en que Santullo los trataba nunca dejaba de ser cuidada, con cierta ternura, compasiva, como si el autor hubiera querido evitar ser cruel con sus criaturas. En Luces de neón, por el contrario, es más duro y no ahorra a los personajes los malos momentos, el dolor, el fracaso estrepitoso.
Como lo primordial no está, según ya se dijo, en el enigma o el misterio, y para que el lector no se distraiga ni se confunda por esa decisión narrativa poco habitual en las novelas policiales, el autor se encargó de anticipar el final en las primeras páginas. Si uno las lee con atención, en ellas ya es posible predecir cómo terminará todo, tanto la historia del robo acontecido a fines de la década del 80 como la investigación en torno a la golpiza recibida por el empresario en la actualidad del relato. Se podría pensar que, al develarse tan temprano la resolución del conflicto, la novela queda en peligro de perder interés, pero es precisamente esa decisión la que complejiza el relato y lo profundiza. Se nos va introduciendo en el interior de los personajes, en sus miedos, sus fantasmas, sus obsesiones y sus miserias. Como en las novelas del hard boiled, el crimen queda en segundo plano y todo se transforma en un gran relato sobre la decadencia humana, sobre la soledad, sobre los vínculos.
Eso no significa que no tenga su atractivo la historia del golpe contra el casino, con su preparación, ejecución y desenlace, o la investigación llevada a cabo por Harrison Rey años después, que termina uniendo ambas líneas narrativas. Santullo demuestra nuevamente que es un gran lector y escritor de género y también un gran creador de enigmas y crímenes de ficción. Pero como la realidad ha demostrado que siempre es más insólita y compleja que la ficción más extraña, es preciso enriquecer el conflicto de base con literatura, y esto no todos lo logran, porque para eso es necesario saber crear personajes profundos, así como acciones en varias dimensiones, y mantener un hilo narrativo que nunca pierda la potencia, que nunca deje de despertar curiosidad. Ahí reside muchas veces la diferencia entre alguien que es un buen escritor de género y otro que no lo es.
Con Luces de neón, que se presenta hoy a las 19.00 en el salón Azul de la Intendencia de Montevideo, Santullo muestra en cuál de las dos categorías se lo debe ubicar y se sigue consolidando como uno de los autores más interesantes de la escena local: ha conseguido establecer un estilo propio fácil de identificar y moverse de la mejor manera dentro de él, e incluso se anima a alejarse, cuando es necesario, del territorio que domina, saliendo siempre bien parado y brindándole siempre al lector una obra que vale la pena.

12/13/2016

"40 Cajones" en Canal Lector






¿Quién pagaría una fortuna por trasladar en barco una carga de 40 cajones que sólo contienen tierra? Ésta es la pregunta que la tripulación de la goleta Demeter se hace mientras cruzan bravos mares. El miedo y la superstición los ciega. Además ¿por qué la goleta llegó a Inglaterra sólo con el cadáver del capitán amarrado al timón? Todo está escrito en el diario de abordo y a través de él nos enteramos de esta aventura. Inspirados en el famoso episodio de “Drácula” de Bram Stoker, el equipo (guionista y dibujante) supera con oficio el obstáculo que significa adaptar una historia conocida por todos. La hicieron nueva y novedosa: Santullo ajustándose a mencionar detalles y formular preguntas, mientras que Jok se encargó de acentuar esos silencios en favor de un clima de pesadilla (gracias a un gran trabajo de color y sombras) que contrasta con la notable humanidad de todos los personajes. Un libro que se lee de un tirón, porque eso es lo sentirá el lector al terminarlo: la mano invisible del misterio pidiendo permiso.

12/12/2016

12/08/2016

Charla en Espacio Subte, Córdoba, Argentina

Historieta y Crítica Política
Charla en el marco del evento Espacio Subte.
Rodolfo Santullo, Juan Sasturain y Sebastián Gago.