10/28/2013

En noviembre "Testimonios Oscuros" de Fernando Ramos


"En "Testimonios Oscuros" Fernando Ramos nos abre la puerta de cinco mundos particulares, cinco tragedias terribles pero que al mismo tiempo nos hablan del valor y coraje del ser humano. Auswitch, la tragedia de los Andes, Cromañón, son algunas de las historias que componen este libro, de fuertes contrastes, de blancos y negros, de vida y de muerte."

Rodolfo Santullo.

10/26/2013

"Etchenike" en Central Mutante

Se pierde pero se gana: ‘Manual de perdedores’

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Algunas consideraciones previas
La historieta es una forma expresiva que articula elementos bien definidos, palabras e imágenes, conformando un tipo de lenguaje con características propias. Esta misma combinación constitutiva remite también a otras dos disciplinas artísticas concretas, la plástica y la literatura. Su relación con esta última en el medio local transitó diferentes estadios a lo largo del tiempo.
Entre las décadas del treinta y cincuenta en Argentina fue común encontrar adaptaciones, generalmente enmarcadas en el género fantástico y de aventura. Obras de Julio Verne, Emilio Salgari y otros autores clásicos, en las revistas publicadas por Editorial Abril. Con el medio televisivo todavía no consolidado, la fuerza de las imágenes y lo exótico de los parajes donde transcurría la acción, concitaba la atención de los jóvenes lectores. En el mejor de los casos, la historieta adaptada propiciaba el contacto del público con la obra original, sirviendo de puente entre una y otra.
La práctica editorial comenzó a ser moneda corriente en las revistas de antología publicadas por Editorial Columba, durante los años setenta. La fórmula era adaptar tanto obras de autores clásicos, novelas y cuentos, como Best Sellers del momento y hasta películas norteamericanas o europeas de éxito. Con esta premisa se buscaba la atención no de quienes habían accedido a la lectura del libro, sino más bien de aquellos que no habían podido hacerlo, pero sentían curiosidad por la obra de referencia, dada la gran popularidad de títulos como El Tony, Fantasía o D´Artagnan entre las clases medias y bajas, de escaso bagaje cultural. El resultado artístico de estos trabajos no era gran cosa por el modo de abordaje propuesto y la idea comercial detrás.
Los antecedentes más logrados en este sentido tuvieron lugar entre fines de la década del setenta y ochenta. Desde las distintas publicaciones de la extinta Ediciones de La Urraca, SuperHumor, El Péndulo o Fierro, grandes guionistas y dibujantes argentinos llevaron adelante una verdadera exploración de ambos lenguajes, potenciándolos en logradas historietas donde la relación entre imágenes y textos no era meramente complementaria. El resultado artístico fue innegable, puesto que mediaba en estos trabajos un cabal conocimiento de los recursos propios de las letras y la gráfica, empleados narrativamente de diverso modo según cada caso.

La historia detrás de la historieta

Santullo / Estherren Etchenike

Juan Sasturain es uno de los nombres que más tuvo que ver con la última, y acaso más rica, etapa de obras literarias adaptadas a las viñetas. Durante la primavera democrática argentina, en lo que fue la primera época de Fierro: Historietas para sobrevivientes, que lo tuvo como editor. Desde allí se propició la adaptación literaria a través de una sección titulada La Argentina en pedazos, posteriormente recopilada en un libro de título homónimo. El escritor Ricardo Piglia coordinaba y firmaba las introducciones que precedían obras claves de las letras nacionales trasladadas a las viñetas.
Apenas un año antes del surgimiento de aquella antología, durante 1983, el efímero diario La Voz, de Córdoba, presentó en formato de folletín las entregas de lo que terminaría siendo Manual de Perdedores I: El cantor, novela escrita por Sasturain que presentaba al detective privado Julio Argentino Etchenike. El autor reconstruyó al personaje basado en la persona, un ex-policía homónimo –a excepción de la escritura del apellido, que cambió ‘que’ por ‘ke’ para sonar más sajón- y jubilado municipal porteño entrado en años, devenido en investigador privado, durante la violenta década del setenta argentina. Varios de sus casos tuvieron escasa trascendencia en la sección policiales de algunos diarios de la época, otra fuente de la que se valió el escritor.
Con el fundamental aporte de Antonio ‘Tony’ García, exmozo gallego de carrera, colaborador y mano derecha del investigador, Sasturain delineó una criatura de ficción tan creíble como querible, que supo ganarse un lugar en las letras nacionales a fuerza de tramas complejas en su elaboración y brillantes en su resolución. Haciendo posible lo imposible, que ante los ojos del lector un personaje de estas características, desenvolviéndose en un entorno nacional, resulte verosímil. Aprovechando, si cabe la palabra, el entorno que brindaba la última dictadura militar como contexto de acción, algo que solo un narrador del talento de Sasturain puede llevar a cabo sutilmente. Treinta años después de aquel libro, al que sucedieron Manual de Perdedores II: Hijos, Arena en los zapatos y Pagaría por no verte, llegaría otra instancia en apariencia, de difícil concreción, la adaptación de aquella novela y su continuación inmediata a historieta.

La vuelta del veterano

El joven guionista uruguayo Rodolfo Santullo –Cena con amigos, La Comunidad- se hizo cargo de una tarea a todas luces complicada, adaptar las dos partes de Manual de perdedores al lenguaje de historieta. Convertir la novela literaria en un relato gráfico independiente que consiga diferenciarse de aquella por mérito propio. Secundado en los lápices por el entrerriano Lisandro Estherren, también joven ilustrador –curiosamente ambos rondan los treinta años, misma edad que tenía Sasturain al escribir el libro- que ve con este proyecto su debut en la publicación profesional. El lujoso tomo, titulado simplemente Etchenike, cuenta con un prólogo de Sasturain y 160 páginas en blanco y negro formato europeo, fue editado este año por Pictus SRL para su colección Factor Fantasía.
El cantor, presenta al dúo protagónico en lo que será su primer caso. Durante noviembre de 1978, tras invertir sus ahorros y vender su casa, Julio Etchenike convence al gallego Antonio García a que largue la bandeja del bar en el que trabaja como mozo y se sume a ‘Etchenike Investigaciones’. Para ello alquila una oficina en un edificio de Avenida de Mayo, donde pasa a mudarse. Por aquellos días reconoce durante un altercado menor en un bar a Marcial Díaz, un viejo cantante de tangos ya retirado, con quién queda en contacto.
Al poco tiempo, Díaz lo convoca vía telefónica solicitando ayuda, citándolo en For Export, un restaurante con números musicales en vivo. Allí todo termina mal, con los protagonistas en medio de un tiroteo, para ser posteriormente secuestrados por una banda de criminales. Logran escapar con lo justo, liberando a una mujer conocida del cantante, cuya vida termina trágicamente al ser baleada desde un auto en plena calle. Este incidente precipita una serie de acontecimientos que terminarán por poner a Etchenike frente a un caso donde saldrán a la luz viejos rencores familiares, oscuros manejos policiales, tráfico de drogas y la acción de la resistencia armada al proceso militar, cruzándose de manera impensada a medida que la intriga crece. El veterano busca salvar el honor de un amigo, y no se detendrá ante nada en la empresa, aunque eso signifique poner en peligro su propia vida.

Juan Sasturain

Hijos, la segunda parte, tiene lugar unos meses después. Otro llamado telefónico para que el detective se ocupe de dar con el paradero de Vicentito Berardi, estudiante universitario hijo de Vicente Berardi, próspero empresario metalúrgico preocupado por cierta militancia política que alejó al muchacho de su hogar, primero, y de los ámbitos que frecuentaba, después. Todo se complica cuando la propia madre del joven, Justina Huergo de Berardi, se aparece por la oficina de Etchenike para ofrecerle dinero a cambio de que no profundice en la investigación. Ella le manifiesta que la pareja está separada de hecho y su ex-marido intenta localizar a su hijo solo para ponerlo contra ella en la disputa por los bienes de una próxima separación.
Tras no acceder a la petición, Tony García obtiene una dirección y allí van ambos, justo en el momento en que un grupo comando violenta el domicilio y secuestra a Vicentito. De allí en más, el veterano deberá recurrir a personas que supo conocer durante su tiempo en la policía, devenidos en informantes del gobierno de facto, volverá a toparse con la resistencia militante armada, el ambiguo comisario Macías, y hasta con cierta mujer que jugó un rol muy importante, tras bambalinas, en la trama del tanguero Marcial Díaz. Y atará cabos sueltos, para comprobar que nunca nada es lo que parece.
Toda adaptación implica una lectura previa del material original, y una evaluación derivada sobre la pertinencia o no de incluir tal o cuál pasaje de la historia en función del medio al que se va a trasladar. En este sentido, cabe destacar el oficio del guionista Santullo hace un correcto recorte, tomando lo justo y necesario para que la trama se desarrolle naturalmente y el interés del lector no decaiga. Esto se ve más logrado en El Cantor, puesto que la novela original tiene una extensión de casi doscientas páginas, que son resumidas en apenas setenta de historieta, redondas por donde se las mire. No ocurre lo mismo con Hijos, que en la novela alcanza las trescientas páginas, y llega a ochenta en el tomo. Hay situaciones que se podrían haber reinterpretado o suprimido para que el lector no quede en offside con respecto a ciertos personajes, la relación del protagonista con su hija y nieto, por mencionar un ejemplo. No obstante estas mínimas tensiones internas de la trama, la historia logra llegar a buen puerto.
En la faz gráfica, la multiplicidad de técnicas desarrollada por Estherren va desde el uso del claroscuro a las aguadas, en un estilo que tiene ciertas cosas de José Muñoz, pero que inmediatamente remite al maestro Alberto Breccia de los últimos tiempos. De hecho, el propio Etchenike lleva el rostro del gran artista uruguayo, en un guiño-homenaje notable. El manejo climático del plumín logrado a través del empleo de luces y sombras refleja una Buenos Aires siempre enorme y amenazante, que alterna bonitos lugares con bajos fondos, siempre a tono con la atmósfera negra del relato. La expresividad en los personajes es, también, correcta. Si algo se puede objetar es cierta falta de pulso a la hora de retratar algunos momentos claves de acción, peleas cuerpo a cuerpo o tiroteos donde la narrativa se empantana un poco. Por lo demás, estamos frente a un valor a tener en cuenta en el ámbito de la historieta nacional.
En definitiva, Etchenike es una lectura obligatoria para todos aquellos amantes del género policial. Una alegría extra para quienes ya conocían al personaje por sus libros, entre quienes me permito incluirme, mientras esperan su regreso. Dentro o fuera de las viñetas, desde ahora. Doble recomendación entonces, podría decirse, el tomo o las novelas del quijotesco veterano nunca defraudan cuando lo que se busca es una buena historia. Nada más, nada menos.

Etchenike

MARIANO SICART. 33 años, Licenciado en Comunicación Social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, accidental escritor.

10/25/2013

"Etchenike" en 365 Comics por Año



Otra vez me toca hablar de una historieta que adapta a nuestro medio favorito relatos originados en la literatura, protagonizados por un detective que se mueve por una urbe de Sudamérica. Hace unos días me topé con Heredia por las calles de Santiago de Chile y ahora es el turno de Etchenike, el detective porteño y ya entrado en años, creado por el maestro Juan Sasturain. En este librazo, el uruguayo Rodolfo Santullo y el entrerriano Lisandro Estherren adaptan los dos primeros relatos protagonizados por Julio Argentino Etchenique (alias Etchenike), originalmente publicados como Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II.
Tengo un problema con la adaptación al comic y es el dibujo. Ojo, que no se me malinterprete: Lisandro Estherren me parece un MONSTRUO, un dibujante increíble, un virtuoso del mega-carajo, un tipo destinado a dejarnos obras de primerísimo nivel. Pero no me parece que su estilo sea el más idóneo para encarar esta versión de las novelas de Sasturain. Acá vemos a Estherren dando cátedra de expresionismo al límite, donde lo único que se parece a lo que ya vimos en otras historietas es la disposición espacial de las viñetas en la página. Todo lo demás, Estherren lo re-imagina, lo re-interpreta, lo deforma, le pasa por encima a todo con su grafismo, basado en amplias masas negras, blancos que parecen aplicados con témpera sobre un fondo negro, grisados, raspados, pinceladas de brocha gruesa y unas letras hermosas en las onomatopeyas. Sobran recursos, sobran efectos, está todo muy cargado, como si el dibujante se esforzara demasiado para demostrar que es un capo. Lo más flojo, donde más ardua se hace la lectura, es en las peleas, donde es casi imposible darse cuenta quién le pega a quién, quién dispara, quién cae herido, quién escapa... Hay momentos fastuosos, unos primeros planos memorables, y también hay muchas secuencias que se leerían mejor, que permitirían un mejor flujo de la narración, dibujadas en un estilo más accesible, con un planteo gráfico menos extremo.
El resto es impecable. Santullo elige con sagacidad qué momentos de las novelas privilegiar, qué diálogos respetar a pies juntillas, donde darle protagonismo a la acción que –por suerte- no escasea en las novelas de Etchenike. Como Sasturain, Santullo es fanático y además cultor del género policial noir, y me imagino su alegría y su complicidad a la hora de dialogar esas secuencias en las que Etchenike (que también consumió mucha literatura policial) desliza menciones a las novelas de Raymond Chandler, Dashiel Hammett y Mickey Spillane. Lo más atractivo que tiene esta versión es el ritmo: de alguna manera (quizás porque tiene sólo 140 páginas para despachar dos novelas), Santullo acelera los relatos de Sasturain y, si bien hay escenas tranqui e introspectivas, transmite una sensación trepidante, como si todo el tiempo sucedieran, una tras otra, un montón de cosas grossas.
Además, al leer seguidas Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II me quedó mucho más claro que están perfectamente integradas y que el verdadero final no llega sino en la última página de la segunda novela, algo que no sé si me quedó tan claro cuando leí los textos originales. En aquel momento me pareció casi un capricho que compartieran título, seguramente porque pasaron meses (si no años) entre que leí la primera y la segunda. Acá se nota más el bloque, el combo, el rompecabezas que se empieza a armar en el primer tramo y se termina de completar sólo al final.
Banco a muerte a Sasturain como escritor, me parece uno de los nombres fundamentales de la literatura argentina contemporánea y me compro cualquier cosa que prometa contarme una historia y lleve su firma. Como fan de Sasturain, y especialmente de Etchenike, era obvio que esta versión me iba a gustar. Además soy fan de Rodolfo Santullo, un guionista de incuestionable solvencia, de esos que prácticamente no defraudan jamás. O sea que venía MUY predispuesto a disfrutar de este libro. Paradójicamente me nubló un poco el cielo un dibujante al que admiro a full, un tipo de desmedido talento, que conjuró para Etchenike unas imágenes bellísimas y de una fuerza plástica descomunal... que lamentablemente no me terminaron de cerrar en el contexto de la obra que tenían en manos tanto él como el guionista. Por ahí para una historia corta, o una obra de corte más experimental, este planteo gráfico de Estherren era la gloria. Para las aventuras de este veterano investigador de la Buenos Aires de fines de los ´70, yo hubiese preferido otra onda; no fría, no amistosa, no limpita, pero no tan al límite. Como diría Miguel Angel Russo, “son decisiones...”

Andrés Accorsi

10/01/2013

"Far South" en Página 12


CULTURA / ESPECTACULOS › COMIC. FAR SOUTH EL UNIVERSO COMPLETO DE SANTULLO Y FERNANDEZ

Cuando la historieta es un placer

Far South es el álbum y, más exactamente, todo el universo que Rodolfo Santullo y Leo Fernández delinean con precisión de western y policial. El ambiente es la década del '40, una pulpería, miradas siniestras, muertes y dinero. Un lujo de historieta.

 Por Leandro Arteaga
Hablar de historietas en Rosario es materia enorme y paradójica. Son muchos los dibujantes que publican en Estados Unidos y en Europa, mientras sus nombres son casi desconocidos para la ciudad. Uno de sus referentes es Eduardo Risso, premiado internacionalmente, ingenio detrás de la Convención Internacional Crack Bang Boom. Es él quien ha motivado, desde la ciudad, una expansión de la historieta hacia otros lugares, que están ramificando en muestras, nuevos artistas, talleres.
En este sentido, Far South (Lejano Sur), álbum recientemente publicado por Puro Comic Ediciones, significa de modo relevante: es el primer título del sello de Daniel Galliano con carácter inédito, cuyo catálogo incluía hasta el momento valiosas recuperaciones de la obra de Risso para el mercado italiano: Borderline, Yo, vampiro (ambas con guión de Carlos Trillo), junto a la clásica Parque Chas (con guión de Ricardo Barreiro).
Far South cuenta con guión de Rodolfo Santullo y dibujos de Leandro Fernández. Uno y otro conocen una trayectoria enorme, que crece. Santullo, mexicano de nacimiento, vive en Uruguay. Entre varios títulos como Etchenike (dibujos de Lisandro Estherren) y Zitarrosa (con Max Aguirre), su nombre suele acompañar las páginas de revista Fierro. Fernández, oriundo de Casilda, ha repartido páginas y páginas entre Europa y Estados Unidos. Su trazo ha acompañado las aventuras de héroes Marvel como Hulk, Wolverine y Punisher. Pero Far South, para uno y otro, tiene un sabor especial.
"Soy de una generación de dibujantes donde lamentablemente empezamos nuestra carrera apuntando a trabajar en el exterior. Desde un comienzo, siempre tuvimos nuestra mirada puesta afuera -apunta Fernández a Rosario/12-. Después de muchos años de hacer diferentes historietas, me dieron ganas de dibujar algo conectado con mi cultura, con lo que me resulta cercano, algo que pudiesen leer mis vecinos, mis amigos. Me conecté entonces con Rodolfo Santullo, y empezamos de a poquito con algunas historias, disfrutando del trabajo. Hasta que lo vieron Eduardo Risso y Daniel Galliano y nos ofrecieron publicarlo. Hacerlo fue un placer".
"Mi tarea en el proceso fue bastante lateral y secundaria", explica Daniel Galliano. "Si bien el trabajo me encantó, la elección recayó en Eduardo Risso, el crédito le corresponde a él. Para quienes conozcan el derrotero de Leandro, acá van a encontrar otra cosa, mucho más jugada, personal, a la que decidimos apostar. Es una obra inédita, con lo cual damos un paso adelante; y es una publicación a color, cuando tradicionalmente la historieta argentina es en blanco y negro", agrega el editor.
"Si el lector se divierte la mitad de lo que nosotros, va a ser un partido ganado", asegura Santullo, y señala que "con el paso del tiempo, he aprendido también a tener ganas de escribir lo que el dibujante quiere dibujar, sobre todo porque hay tantas veces que uno viene haciendo historietas que te tocan por trabajo, que a veces la pasión, lo lúdico, se va perdiendo. Con Leo se dio una sinergia muy divertida; él me decía: 'Quiero que aparezcan fiolos', y yo: 'Dale, los puedo meter'; luego: 'Che, que aparezcan indios', aparece uno; '¡Un cura corrupto!', y aparece también; o sea, se terminó dando un ida y vuelta súper entretenido, no recuerdo un libro con el que me haya divertido tanto".
"Cuando apareció la idea de hacer el libro -continúa Fernández- no sabíamos si lo íbamos a publicar. Y estamos hablando de que esto para nosotros no es un hobby, sino nuestro trabajo, pero teníamos ganas de hacer algo por el gusto de hacerlo. Far South tiene una carga cultural, subjetiva, relacionada con la cosa vivida por parte de Rodolfo y mía. Lo hicimos sin concesiones, honestamente, hicimos algo totalmente libre. Cuando hacés algo así tenés ganas de que lo vean todos, de que se lea".
- ¿Por qué "Far South"?
- Leandro Fernandez: El título se lo puse yo. Cuando Rodolfo me ofreció la primera historia le dije que tenía ganas de que fueran varias, a la manera de un western pero ambientado acá. Lo podíamos hacer en diferentes épocas, pero lo ambientamos en los '40. El título se me ocurre porque si bien es una historia local, no se refiere al sur patagónico, sino al hemisferio sur, pero mirado desde "afuera", desde el hemisferio norte. Es un juego de palabras.
- Está el western pero también está muy presente la impronta del género negro.
- Rodolfo Santullo: Me doy cuenta, a esta altura de la vida, de que difícilmente pueda escribir algo sin la estructura de un policial. Creo que es un defecto de lector. Si te digo qué estoy leyendo ahora, es una novela policial de Lorenzo Silva. Continuamente me alimento de policiales. Evidentemente, el andamiaje que sostiene Far South es el del western, pero al mismo tiempo es un policial, no lo puedo evitar. En lugar de pistoleros hay fiolos, gángsters, ladrones... el policial está ahí, como escondido al lado de la puerta.
- L.F.: Yo soy mucho más amigo del policial negro que del western, en verdad me gusta más el western spaghetti. Con el policial me siento más cercano, quizás también tenga que ver con eso.
- Luego de tantos superhéroes célebres, quizás estés algo saturado de dibujarlos.
- L.F.: Cuando uno empieza a trabajar para editoriales grandes está deseoso de hacer personajes determinados, importantes, pero después de pasar por esa etapa, donde sé hasta dónde puedo aportar y hacer bien mi trabajo, también sé que crear algo de cero me va a divertir mucho y me va a permitir hacer algo más interesante. Lo último que hice fue Avengers vs. Universo Marvel, así que a los personajes de Marvel los dibujé absolutamente a todos, ¡incluido Howard the Duck! Ahora estoy haciendo un proyecto nuevo de autor con Peter Milligan, para Vertigo, que se va a llamar The Discipline, y saldría el año que viene- concluyó.