10/25/2013
"Etchenike" en 365 Comics por Año
Otra vez me toca hablar de una historieta que adapta a nuestro medio favorito relatos originados en la literatura, protagonizados por un detective que se mueve por una urbe de Sudamérica. Hace unos días me topé con Heredia por las calles de Santiago de Chile y ahora es el turno de Etchenike, el detective porteño y ya entrado en años, creado por el maestro Juan Sasturain. En este librazo, el uruguayo Rodolfo Santullo y el entrerriano Lisandro Estherren adaptan los dos primeros relatos protagonizados por Julio Argentino Etchenique (alias Etchenike), originalmente publicados como Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II.
Tengo un problema con la adaptación al comic y es el dibujo. Ojo, que no se me malinterprete: Lisandro Estherren me parece un MONSTRUO, un dibujante increíble, un virtuoso del mega-carajo, un tipo destinado a dejarnos obras de primerísimo nivel. Pero no me parece que su estilo sea el más idóneo para encarar esta versión de las novelas de Sasturain. Acá vemos a Estherren dando cátedra de expresionismo al límite, donde lo único que se parece a lo que ya vimos en otras historietas es la disposición espacial de las viñetas en la página. Todo lo demás, Estherren lo re-imagina, lo re-interpreta, lo deforma, le pasa por encima a todo con su grafismo, basado en amplias masas negras, blancos que parecen aplicados con témpera sobre un fondo negro, grisados, raspados, pinceladas de brocha gruesa y unas letras hermosas en las onomatopeyas. Sobran recursos, sobran efectos, está todo muy cargado, como si el dibujante se esforzara demasiado para demostrar que es un capo. Lo más flojo, donde más ardua se hace la lectura, es en las peleas, donde es casi imposible darse cuenta quién le pega a quién, quién dispara, quién cae herido, quién escapa... Hay momentos fastuosos, unos primeros planos memorables, y también hay muchas secuencias que se leerían mejor, que permitirían un mejor flujo de la narración, dibujadas en un estilo más accesible, con un planteo gráfico menos extremo.
El resto es impecable. Santullo elige con sagacidad qué momentos de las novelas privilegiar, qué diálogos respetar a pies juntillas, donde darle protagonismo a la acción que –por suerte- no escasea en las novelas de Etchenike. Como Sasturain, Santullo es fanático y además cultor del género policial noir, y me imagino su alegría y su complicidad a la hora de dialogar esas secuencias en las que Etchenike (que también consumió mucha literatura policial) desliza menciones a las novelas de Raymond Chandler, Dashiel Hammett y Mickey Spillane. Lo más atractivo que tiene esta versión es el ritmo: de alguna manera (quizás porque tiene sólo 140 páginas para despachar dos novelas), Santullo acelera los relatos de Sasturain y, si bien hay escenas tranqui e introspectivas, transmite una sensación trepidante, como si todo el tiempo sucedieran, una tras otra, un montón de cosas grossas.
Además, al leer seguidas Manual de Perdedores y Manual de Perdedores II me quedó mucho más claro que están perfectamente integradas y que el verdadero final no llega sino en la última página de la segunda novela, algo que no sé si me quedó tan claro cuando leí los textos originales. En aquel momento me pareció casi un capricho que compartieran título, seguramente porque pasaron meses (si no años) entre que leí la primera y la segunda. Acá se nota más el bloque, el combo, el rompecabezas que se empieza a armar en el primer tramo y se termina de completar sólo al final.
Banco a muerte a Sasturain como escritor, me parece uno de los nombres fundamentales de la literatura argentina contemporánea y me compro cualquier cosa que prometa contarme una historia y lleve su firma. Como fan de Sasturain, y especialmente de Etchenike, era obvio que esta versión me iba a gustar. Además soy fan de Rodolfo Santullo, un guionista de incuestionable solvencia, de esos que prácticamente no defraudan jamás. O sea que venía MUY predispuesto a disfrutar de este libro. Paradójicamente me nubló un poco el cielo un dibujante al que admiro a full, un tipo de desmedido talento, que conjuró para Etchenike unas imágenes bellísimas y de una fuerza plástica descomunal... que lamentablemente no me terminaron de cerrar en el contexto de la obra que tenían en manos tanto él como el guionista. Por ahí para una historia corta, o una obra de corte más experimental, este planteo gráfico de Estherren era la gloria. Para las aventuras de este veterano investigador de la Buenos Aires de fines de los ´70, yo hubiese preferido otra onda; no fría, no amistosa, no limpita, pero no tan al límite. Como diría Miguel Angel Russo, “son decisiones...”
Andrés Accorsi
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