3/04/2013
"Shankar" en 365 Cómics por Año
Una vez más, los maestros Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena recitan sus arcanos hechizos y conjuran a un héroe perfecto, más allá del tiempo y las civilizaciones, para protagonizar fantásticas aventuras que no se parecen en casi nada a las típicas.
En las historietas de Mazzitelli casi siempre se repite esta constante: el héroe no sufre. Es un grosso, un capo, un as, un world champion que se cansó de cosechar copa y medalla en todas las disciplinas. El héroe resuelve los combates de taquito y sin despeinarse. Nunca lo vemos hecho mierda en el piso, cagado a palos, con sangre en la boca, tratando de sacar fuerzas de donde no hay para levantarse y retomar la pelea. Los héroes mazzitellianos no tienen dudas, no tienen miedo, van al frente contra monstruos y dragones, guerreros y emperadores, dioses y demonios, siempre convencidos de que la batalla es un trámite, que no hay chances de morir ni de salir gravemente heridos. Esto sería un bajón irremontable, si no fuera por un detalle para nada menor: en el contexto de las historias que cuentan Mazzitelli y Alcatena, los combates SON trámites. Ni más ni menos. Los conflictos no se resuelven cuando el héroe derrota a las amenazas que enfrenta. Las amenazas son más bien obstáculos, que el héroe debe sortear para llegar a otra instancia de su búsqueda. La violencia no es la solución. A lo sumo, es la llave que abre otra puerta, para que el héroe pueda seguir su periplo hacia la verdad, hacia la redención, hacia el amor, o lo que sea que lo motiva en su epopeya.
Eso se ve clarísimo en Shankar. Acá -entre guiños a Michael Moorcock, Hugo Pratt, Go Nagai, Emilio Salgari, Fiodor Dostoyevsky y todos los libros sobre mitología que entren las bibliotecas de Eduardo y Quique- vemos a Shankar vencer a toda clase de oponentes sin el menor esfuerzo. Las luchas más intensas son las del Shankar niño o adolescente, porque ahí sabía menos y cada victoria le costaba más. Y sin embargo, en la estructura de estos relatos, los combates son una peripecia menor. En la saga de la India, el héroe lucha por salvarle la vida a quien tal vez sea su hermana. En la de China (la que menos me atrapó) intentará descifrar los caprichos del emperador-niño Xiao Gui. En la de Japón (la mejor, por afano) buscará resolver el misterio del suicidio del poderoso Otsuki Hidetora. En la de los mares de Malasia, hará lo imposible por preservar los conocimientos ancestrales y secretos de Lemuria. Y en la de Rusia, tratará de que el inestable y peligroso zar Rasputín se equilibre para el lado del Bien. Entremezcladas con cada una de las “misiones” de Shankar, Mazzitelli nos narrará decenas (no sé si no centenas) de mitos y leyendas de cada una de estas culturas, y varias “historias dentro de la historia”, breves fragmentos en los que el guionista deja volar un poco más su prosa, en memorables bloques de texto. O sea que en este bestial masacote de 300 páginas hay muchísimo para leer.
Y muchísimo para mirar, claro. Porque una vez más, Alcatena se deja poseer por su plumín mágico y nos deleita con unas imágenes imponentes, de una belleza indescriptible, perfectamente hilvanadas en secuencias vibrantes y sugestivas como sólo él puede hacerlo. Como ya sucedió en Imperator, el guión le da a Quique excusas para visitar distintas civilizaciones y plasmar en sus páginas a los más espectaculares seres soñados por cada una de estas civilizaciones. ¿Y qué hace ahí un aborigen piel roja, si Shankar no visita nunca las planicies de EEUU? No importa: el guión se las ingenia para que Alcatena pueda dibujar también indios sioux. Y majestuosos palacios y abisales infiernos y ominosas cavernas y todo lo que se te ocurra, dibujado con ese virtuosismo tan típico de Alcatena y tan atípico en el resto del universo del comic, presente y pasado. Además de muchos seres sobrenaturales que luchan, rosquean o tiran profecías enigmáticas, acá hay otro ser sobrenatural (pero nacido en Caballito) que es quien les da vida a todos ellos, un monstruo legendario de carne y hueso, inspirado como pocas veces y decidido a dejar la vida en cada viñeta.
Alguien dijo alguna vez que Mazzitelli y Alcatena inventaron su propio género y yo coincido bastante con eso. A lo largo de casi 25 años, juntos diseñaron su propio continente dentro de la historieta mundial y lo poblaron con creaciones únicas y maravillosas, con historias que pulverizaron los confines de la clásica fantasía épica y la llevaron más allá. Dentro de ese reino mágico y misterioso, estas primeras 300 páginas de Shankar acumulan méritos y logros para aspirar a la corona. Descubrilas. Y rezale a las deidades de todos los panteones para que salga pronto el Vol.2.
Andrés Accorsi.
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