"Jamás
en mi vida escuché ni un sólo tema de Alfredo Zitarrosa. No sé ni qué
voz tiene. Pero bueno, sé que es un referente fundamental de la música
uruguaya, con lo cual me parecía atractivo leer una biografía suya.
Claro que, ni bien abro el libro, los autores se apresuran a aclararme
que esto NO es una biografía, sino una colección de anécdotas,
complementadas con toques de ficción. Automáticamente, mi interés
retrocede dos casilleros. Por suerte, los autores no son otros que
Rodolfo Santullo y Max Aguirre y ahí sí –como diría otro cantautor de
izquierda al que tengo un poquito más escuchado- nos sobran los motivos
para encarar bien predispuestos la lectura de estas historias.
Una vez adentro, me encuentro con que no todas las anécdotas son igual
de interesantes. De las ocho, tres me parecieron buenísimas y el resto,
apenas interesantes o decididamente prescindibles. De todos modos me
sirvieron para: 1) conocer fragmentos de las letras de varios temas de
Zitarrosa! Son muy grossas! No sé qué onda la música, pero este señor
escribía muy bien. 2) dimensionar la faceta de militancia y resistencia
de Zitarrosa, su compromiso político, lo mal que la pasó cuando a raíz
de un golpe de estado debió dejar su querido Uruguay, y lo mucho que
hizo por sus compatriotas que pasaban por el mismo predicamento que él
en los distintos países donde le tocó vivir en los años oscuros. 3)
disfrutar con los excelentes diálogos a los que me tiene acostumbrado
Santullo. El personaje es casi una caricatura, el tipo circunspecto que
fuma y escabia más de la cuenta, super-profesional a la hora de subirse
al escenario y con fuertes códigos de afecto con los amigos y
solidaridad con los compañeros. Las historias giran más o menos en torno
a eso y al ya gastado tema de “lo mal que lo pasamos los progres cada
vez que gobiernan los fachos”. Y sin embargo, los diálogos realistas,
punzantes, a veces muy cómicos de Santullo, ayudan muchísimo a remarla, a
ponerle chispa a las historias. 4) maravillarme con el trabajo de Max
Aguirre, que no es parejo en todo el libro, pero cuando estalla amenaza
con convertirse en el mejor trabajo en la vasta carrera de este virtuoso
dibujante argentino.
Me quedo con lo de Aguirre: en las primeras historias arranca con muchos
cuadros por página, y gradualmente baja la cantidad hasta llegar a un
punto de equilibrio en el que puede meter viñetas más grandes y lucirse
más. El trazo es engañoso: parece línea clara, al estilo Dupuy y
Berberian, pero con unas texturas en el color y algunos rayones que
parecen hechos con fibrones casi secos, que le agregan una especie de
desprolijidad que queda muy bien. El episodio coprotagonizado por el
Menchi Sábat abre con una viñeta espectacular y después derrapa mal. Es,
claramente, el menos inspirado, en el que Max menos se jugó. El
anterior, en cambio, ese en el que Max puede meter varias páginas de una
sóla viñeta y muchas de dos y tres, es una cátedra absoluta, con un
clima estremecedor y unas imágenes majestuosas, de esas que se te
impregnan en las retinas para siempre. Y la segunda historia (cuyo
planteo no me enganchó demasiado) tiene unos juegos alucinantes en la
puesta en página que tenés que ser muy grosso para que se te ocurran y
definitivamente un capo para que te salgan bien. Son tres páginas,
nomás, pero Aguirre hace magia y convierte un diálogo pachorro (un
monólogo, en realidad) en una secuencia memorable, atractiva por donde
se la mire (y hay que darse cuenta por dónde mirarla).
¿Recomiendo este libro? En realidad es medio al pedo, porque fue un
hitazo y se agotó muy rápido a ambos lados del río. Pero bueno,
eventualmente se reeditará. En ese caso, los fans de Max Aguirre deberán
abalanzarse sobre él, sin dudarlo un segundo, como si en vez de un
libro fuera Scarlett Johansson en ropa interior y con un cartelito de
“oferta” colgando de la chabomba. Si sos uruguayo, seguro te va a
conmover. Y si sos fan de Alfredo Zitarrosa, obviamente te va a resultar
una historieta 100% fundamental. A los fans del Santullo de siempre,
del que se florea con clase y categoría en varios géneros cercanos a la
aventura o el policial, no sé si Zitarrosa los enganchará demasiado. Me
queda claro que Rodolfo se compenetró con el personaje (y con la época;
no olvidemos que nació en México porque sus padres también tuvieron que
exiliarse) pero varias de las anécdotas que le hace vivir al cantautor
no tienen ni la fuerza ni el encanto que solemos ver en sus otras
historietas.
Me quedo con una frase que una vez dijo Zitarrosa (allá por el ´83, en
una entrevista que salió en Hum®) y que nunca me pude olvidar: “Que en
Argentina se hable de rock nacional es como que los yankis hablen de
national milong”. Polémico, el maestro..."
Andrés Accorsi
http://365comicsxyear.blogspot.com/2013/05/29-05-zitarrosa.html
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