Historietas ejemplares
Puede resultar curiosa la publicación de un
libro que compila historietas basadas en las Novelas ejemplares de Cervantes y que reúne para semejante tarea
historietistas de Argentina, Brasil, España, Francia y Uruguay. Mucho se puede
escribir sobre la narrativa gráfica y la necesidad de legitimación de un género
presentado como menor durante buena parte de su historia, y si leemos la producción
historietística uruguaya de los últimos años parecen asomar líneas como la
inclusión de prólogos que reafirmen la pertinencia de la obra en cuestión y,
especialmente, el lugar de destaque que ha ocupado la historieta histórica.
Cabe pensar, entonces, que acercarse al canon literario adaptando sus obras más
o menos centrales posibilita todavía otra vía de legitimación, y la idea no es
extraña a la nueva historieta uruguaya. Grupo Belerofonte, por ejemplo,
seguramente la editorial más y mejor establecida de la escena historietística
local, propuso hace ya unos cuantos años la adaptación, a cargo de Renzo Vayra,
de Juan el zorro, a la vez que
Rodolfo Santullo, su director, ha guionado adaptaciones y recreaciones de
Onetti, Lovecraft y Bram Stoker.
En el caso de las Novelas ejemplares la excusa es los 400 años de la primera edición
de las obras y la ocasión de ofrecer, según leemos en el prólogo incluido en el
volumen, “una relectura de las mismas desde su interacción con otros
lenguajes”. Y también cabría pensar en el movimiento opuesto al comentado más
arriba y pensar en el canon literario, con su catálogo de obras consagradas en
ámbar o pozos de brea, haciendo el intento de acercarse a un lenguaje digamos
“contemporáneo” y vital, y a un nuevo público.
En cualquier caso, si nos quedamos con la
idea de “interacción” y “relectura”, el resultado de ese proceso es
particularmente interesante.
De las 12 novelas, por ejemplo, 5 apelan al
diálogo con géneros narrativos. Así, sin duda alguna la mejor de este subgrupo,
“La ilustre fregona”, a cargo de Rodolfo Santullo y Lisandro Estherren, recrea
la ficción cervantina en un contexto propio al narcocorrido, con su mitología y
escenografía características. Por otro lado, “La gitanilla”, con guión de
Alejandro Farías y arte de Muriel Frega, apela a un escenario de ciencia
ficción en el que buena parte de la humanidad (los “normales”) viven de acuerdo
a pautas prediseñadas que incluyen control de natalidad y nacimientos in vitro;
se trata de un lugar común de la ciencia ficción distópica, y en el trabajo de
Farías los “gitanos” son aquellos que eluden esa normativa a la vez que viven
de modo idéntico a los gitanos de Cervantes… por lo que por momentos parecería
que, a los efectos de la recreación de la novela, la escenografía
cienciaficcionera aporta poco y nada. Federico Grenauer y Hurón intentan, en
“La española inglesa”, una apelación al horror o a la fantasía oscura y
ominosa, y el resultado deja un poco que desear, quizá por la manera en que fue
resuelto el final de la novela en el contexto elegido, mientras que “La fuerza
de la sangre” (guión de Diego Cortés y arte de Leo Sandler) y “Las dos
doncellas” (Guión de Javi Hildebrandt y arte de Diego Rey) dialogan con las
telenovelas y ofrecen recreaciones sólidas y disfrutables.
Dos, una de ellas la ya mencionada “Las dos
doncellas” y la otra acaso la mejor del libro, “El licenciado Vidriera”, con
guión de Federico Reggiani y dibujos de Fabián Zalazar, apelan a alguna forma
de metanarrativa y se convierten en los momentos más interesantes de la
propuesta; en el caso de “Las dos doncellas” buena parte de la narración
aparece bajo la forma de una telenovela visionada por dos señoras que
reaccionan a los acontecimientos representados, mientras que en “El licenciado
Vidriera” opera un comentario permanente que va esclareciendo ciertos aspectos
de la novela. El recurso de Reggiani puede leerse como una referencia al uso
que reciben determinados objetos textuales tan canónicos como las Novelas ejemplares o, al menos, a una forma
de lectura que se impone gracias a la distancia entre nosotros y el texto en
cuestión; así, “El licenciado Vidriera” es claramente la más compleja de las
adaptaciones o recreaciones, por incluir en su entramado mismo una operación de
lectura y un diálogo con la tradición.
Otra buena porción del libro propone
adaptaciones más “fáciles” (sin que el adjetivo implique un sentido peyorativo,
claro está), en tanto se trata de acercamientos de la narrativa cervantina a
tiempos más digamos “contemporáneos”. Así, “Rinconete y Cortadillo” (guión de
Alejandro Farías y arte de Otto Zaiser) propone una deliciosa traducción de la
novela de Cervantes a una suerte de neopicaresca villera (lo cual, en cierto
modo, podría pensarse también como en la apelación a un género). Otras
adaptaciones con giro a lo contemporáneo son la buenísima “El celoso extremeño”
de Luciano Saracino (guión) e Infame & Co (arte) y la atractiva y graciosa
“La señora Cornelia”, con guión de Roy y arte de Maco; de hecho, en este relato por momentos es fácil sentir que el estilo o
las maneras de Maco, tan deslumbrantes en Aloha,
su primer libro, pueden sentirse como un poco forzadas, innecesarias o
inmotivadas (aunque esto no va, en rigor, en detrimento del disfrute del
relato) en una historieta de corte más netamente narrativo. También dentro de
la zona contemporánea está “El casamiento engañoso”, quizá una de las
adaptaciones más ingeniosas y disfrutables, con la estrella de rock vetusta y
decadente propuesta por Alejandro Farías y dibujada –con gran acierto– por
Víctor Zelaya. Es cierto, de todas formas, que algunos de los textos propuestos
dentro de la zona de los géneros, en particular las dos historietas que
dialogan con las telenovelas, también instalan la ficción en tiempos que
aparecen como contemporáneos.
De las dos restantes quizá la mejor sea “El
amante liberal”, con guión de Thomas Dassance y dibujos de Marcos Vergara,
quien ofrece aquí uno de los momentos más disfrutables del libro desde el punto
de vista del arte gráfico. Aquí la adaptación lleva la ficción cervantina a un
contexto japonés que funciona bien en líneas generales aunque, por momentos, el
tono de los textos suena poco fluido. La última, “El coloquio de los perros”,
es la más notoria recreación (como opuesto a “adaptación”) del libro y, si bien
no es el mejor de los relatos ofrecidos, por momentos logra ofrecer un clima
onírico particularmente ominoso.
Se trata, en balance, de un libro sugestivo
e interesante, que reúne a algunas de las voces más relevantes de la escena
historietística reciente. Como toda compilación presenta altibajos, claro está,
pero sus mejores momentos son brillantes y el nivel general hace pensar en una
notoria suficiencia y buen manejo del lenguaje elegido. Sobre los mecanismos de
adaptación podría discurrirse mucho más, por supuesto, pero es posible quedarse
pensando en que de los doce relatos gráficos sólo uno (“El licenciado
Vidriera”, y mediando siempre el recurso metaficcional o incluso metaliterario)
elige presentar las ficciones de Cervantes sin cambios de género narrativo o
escenografía; la recurrencia de las telenovelas también seguramente da qué
pensar, así como también que ciertos subgéneros –terror, fantasía onírica,
ciencia ficción– siguen pareciendo los más riesgosos. En cualquier caso, se trata
de doce historietas muy disfrutables; la portada, sin embargo…
Ramiro Sanchiz
Publicada en La Diaria el 4 de marzo de 2014
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