9/01/2010

"Acto de Guerra" en Cuadritos, periodismo de historieta



Contra las formas del cinismo

“No soy un salvaje”, responde fríamente, de una viñeta a otra, un teniente a su superior. No le está mintiendo, pero lo está engañando. Le importa muy poco la salud del tupamaro que capturó horas antes. Lo quiere vivo para saberlo torturado, humillado y quebrado. A su comandante le importa menos aún la salud del “zurdo”. Se vanagloria de la buena publicidad que le va a dar “el buen trato”, poder mostrar al otro de cuerpo entero antes de tirarlo sin juicio previo a un calabozo inmundo. Son formas que asumía (aún asume, a veces) el cinismo en épocas de las dictaduras militares latinoamericanas.

Décadas atrás, en Uruguay, un gobernante de facto se enorgullecía de remarcar que en su país no había desaparecidos. Una forma elíptica pero muy franca de decir “sí, los torturamos, vejamos, les impedimos ver a sus famiilas y los privamos de todo derecho, nadie los verá, pero están ahí”. Más cinismo. Como el del dictador Videla, en la documentadísima conferencia de prensa donde puso nombre a eso que habían querido quitar del mundo: “desaparecidos”. Mucho cinismo.

Acto de guerra es un recordatorio de ese cinismo. El mismo que permitía llamar “guerra” a la violación de derechos por parte del Estado, su principal garante. La historieta con la que Rodolfo Santullo y Matías Bergara ganaron por segunda vez los Fondos Concursables de Cultura del ministerio de Cultura uruguayo es un intenso abordaje de esas épocas. Cuatro cuentos gráficos en torno a la dictadura del otro lado del charco. Cuatro relatos ficcionales inspirados en el testimonio de los sobrevivientes del infierno.

Nuevamente, Santullo demuestra por qué está considerado uno de los mejores guionistas latinoamericanos del momento. Cuatro relatos cortos, narrados con ritmo ejemplar, emotivos, conmovedores. El mexicano nacionalizado uruguayo, además, es un gran dialoguista. Es difícil encontrar en sus historias parrafadas extensas. Siempre propone diálogos precisos, jamás excesivos. Es fácil creerle sus personajes. No son muchos los guionistas que puedan reclamar para sí un mérito semejante.

Los dibujos de Bergara, también uruguayo, tienen el trazo de la memoria. Carbonilla difuminada, tintas, aguadas y acuarelas grises. En su impresición está el movimiento. En los gestos que dibuja, el oriental revela a sus personajes. Sus miedos, pánicos, odios, soberbias y melancolías.

El libro merece pocas críticas. Dos, puntualmente. Una corresponde al primer relato, más difícil de seguir que el resto. Aquí la dupla no perdona al ojo distraído y obliga al lector a prestar mucha atención a los detalles del dibujo… o a leerlo dos veces hasta entender qué pasó. Bien visto, hasta es un mérito, pues el guión respeta al lector y su capacidad de completar las elípsis y reflexionar en torno a las intenciones de cada personaje.

La segunda crítica corresponde a la edición del libro. Cada cuento está precedido por el testimonio de un sobreviviente de los campos de tortura de la dictadura uruguaya. Son textos fuertes, intensos, angustiantes. Pero no están editados y por lo tanto conservan los errores gramaticales y ortográficos del original entregado por esos militantes torturados y perseguidos. El naturalismo, esta vez, juega en contra. Una coma, un punto, una corrección de estilo aquí y allá en algunas ocasiones hubiese levantado mucho la potencia de esas palabras terribles.

Muchos se preguntarán si tiene sentido seguir escribiendo sobre las dictaduras latinoamericanas. Si le corresponde a la historieta ocuparse (quizás algo tardíamente) del tema. Santullo y Bergara demuestran que se puede aportar una mirada actual sobre el pasado.

“Esto puede durar muchos años, diez, quince, los que sean. Pero no va a ser para siempre, y más acá o más allá, las cosas se van a acomodar. Y nosotros vamos a ser los que mandemos entonces. (…) Y nos vamos a acordar de todo, Teniente“, le hace decir premonitoriamente el guionista al tupamaro capturado. El signo de buena parte de los actuales presidentes latinoamericanos demuestra la actualidad de esas líneas. Zelaya fuera de Honduras advierte que ciertas prácticas no están muertas ni olvidadas. Que hay que recordar, aunque los Duhalde, las Carrió, los Macri y los De Narváez quieran borrar con cinismo las botas de la memoria, de la carbonilla.

Andrés Valenzuela (27/08/10)

3 comments:

Sebastián Martínez said...

Confieso que todavia no la leí. Mis gustos tienden más a la fantasia que a lo anecdótico o autobiográfico, que son los generos que mas te gustan como escritor me parece. Me gustan más tus articulos que tus guiones a veces, pero ya te digo, pede ser un tema de gustos, me cuelgan los trabajos de la vieja y nueva Vagon, la Rambla, la Skorpio, El Tajo, algún comic americano, sobretodo novelas graficas mas que series, la Metal Hurtlant, el Manga, pero de manera selectiva, no soy un fanático de lo japones de esos que andan en la vuelta. Los dibujos de Bergara tampoco son de mis favoritos, pero en este caso me llamaron mucho la atención, creo que la tecnica fue la adecuada y que quedo muy expresiva y llamativa.
Los felicito por el premio y por las buenas criticas, que siempre es disfrutable el reconocimiento.
Perdon si hable muco de mis gustos personales, apuesto a un intercambio. Me parecera interesante que mencionaras algunos de tus gustos personales en cuestión al cómic, si bien en el programa de radio puedo apreciar varios supongo.
PD: Hace un tiempo escuchaba el programa dedicado a MR.Punch de Gaiman y McKean, y aprovecho para contarte que un cliente particular ingles, aceptó pagarme los ultimos trabajos con libros nuevos de estos dos gigantes.

Paulo.- said...

che, me interesa mucho el tema, cuanto sale esto?

Grupo Belerofonte said...

NYgma, 250 pesos uruguayos.

Salú.