1/03/2012

"Aloha" reseñado en Sobre Historieta

Aloha, de Maco

Para ir terminando este año 2011 de la mejor manera, la reseña de hoy está dedicada a la reciente obra de la historietista uruguaya Maco (Montevideo, 1987), la sorprendente historieta Aloha, coeditada por Loco Rabia y Grupo Belerofonte con gran cuidado y muchísima calidad.

El arte secuencial y la magia

Aloha es historieta pura, es una verdadera experiencia del arte de hacer viñetas en este tiempo. Combina dibujos y palabras maravillosamente, y aunque uno está tentado a afirmar que el dibujo es lo predominante (hay relativamente pocos globos de diálogo), cabe decir simplemente que la narración gana la partida. Hace poco escribí un texto sobre los finales, y allí notaba que a veces le damos una importancia excesiva al cierre, a la conclusión, al desenlace. En el caso de Aloha, principio y final se encuentran en la lluvia y en el sueño, en esa suerte de onirismo que recorre de punta a punta la obra, pero el final tampoco es lo esencial, por más perfecto que sea. La fuerza de Aloha y por ende la de Maco están puestas en la secuencia, en la inspiradísima sucesión de cuadritos y su consecuente puesta en página, que esencialmente es lo que hace a la historieta como lenguaje, como forma de expresión. Sus páginas causan un vértigo que no marea, como si estuviéramos contemplando una historieta pensada por el gran M. C. Escher y ambientada en un universo que se rigiera por sus fantásticas reglas arquitectónicas, pero aplicadas a la construcción de páginas de historieta: y no solo a la ambientación, sino al desarrollo de una historia. ¿Cuál es el orden de lectura? ¿Cuál es el límite de las viñetas? ¿Existe la secuencia? Cada página es un desafío para el lector, y sin embargo nada se vuelve confuso, no merma en nada el disfrute de lo que Maco se propone contarnos.
Y lo que Maco se propone contarnos es una ¿sucesión? de escenas que la autora (autobiográficamente transfigurada en personaje pero jamás mencionada por su nombre) protagoniza y que incluyen acción bajo el agua, visitas a casas abandonadas y fantasmagóricas, encuentros con un ángel o con la muerte, trepadas a un árbol que crece horizontalmente (o que la autora elige representar horizontalmente, en todo caso), exploraciones de cavernas, vuelos en escobas, viajes a Grecia o al futuro, paseos por la ciudad… Todo ello (junto con el onirismo mencionado más arriba) quizás tiente a alguien a hacer interpretaciones simbólicas sobre los episodios, pero a mí me parece que lo que se resalta aquí es -como en toda gran obra de arte- el tema o la cuestión de la percepción.

El camino arriba abajo uno y el mismo

Todo eso, entonces, le sirve a la autora para cuestionar la forma en que vemos el mundo, la forma en que creemos que vemos el mundo, la forma en que elegimos contar lo que vemos del mundo. Muchas de las páginas exigen una aproximación clásica (de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo), pero otras nos proponen alternativas que van de una lectura vertical (de arriba hacia abajo o al revés incluso) a una lectura en espiral, pasando también por una modalidad de composición en zigzag (o boustrophedón, escritura típica de algunas culturas antiguas como la griega arcaica o la hitita, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda simultáneamente, de una línea a la otra) o incluso en diagonal (y a veces combinaciones de varias de esas posibilidades), pero sin por ello salirse nunca –gran desafío– de viñetas cuadradas o rectangulares y sin perder un ápice de coherencia en el relato. En muchos casos, Maco nos ofrece además paradojas visuales, por ejemplo en los cruces de personajes, como mostrando que el tiempo puede ser percibido de maneras diversas o como si tratara de descomponer las acciones en sus distintas posibilidades de realización. Y el juego mayor desde el punto de la representación parece estar puesto en la verticalidad, ya que a lo largo de las 64 páginas del libro lo que se repite, como un mantra físico, son las caídas (los ascensos y entonces las caídas, habría que decir). Cae Maco-personaje muchas pero muchas veces, cae un ángel, cae un decorado, cae una hoja, cae Máximo, caen un ave y una barca, caen la lluvia y la nieve. Lo que no cae (ni decae) nunca son la calidad, la sorpresa, la imaginación.

Hergé LTA

Merecidamente elogiada en la contratapa por Matías Bergara, Kioskerman e Ignacio Minaverry (que recuerda en su texto a Viuti y a Hergé, que recuerdan a Maco), Maco nos deleita con su línea más que clara, con la construcción gráfica de los espacios, con sus fondos y sus no fondos, con sus transformaciones constantes, con sus transiciones, con la expresión en los rostros de los personajes y con sus posturas y sus movimientos, llevados todos a un nivel superlativo de representación y de frescura. Y también nos deleitan las palabras, cuando aparecen. Aloha de Maco fue para mí un maravilloso descubrimiento de fin de año, que quería compartir hoy con ustedes. Pueden ver más trabajos de Maco en su blog (Dividido Maco) y todos los viernes en el sitio uruguayo Marche un cuadrito, con su también genial “Fedra”.

Hernán Martignone

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