A morir en el cardal
Si fuera por tema y dibujante -las Invasiones inglesas, Dante Ginevra-, Cardal debería reseñarse un martes, cuando toca historieta argentina. Pero como el guionista, sus editoriales y la ambientación -Martín Bentancor, Belerofonte/Estuario, las afueras de Montevideo- son todos uruguayos, al libro le toca ser reseñado un viernes.La currícula escolar suele mencionar que sí, que las Invasiones Inglesas al Río de la Plata incluyeron el asalto a Montevideo, que por entonces era tan parte de las colonias españolas en la América del Sud como Buenos Aires, Córdoba y el Alto Perú. Pero la estampilla de las revistas infantiles locales suele ilustrar la cuestión, con alguna panorámica porteña, el viejo puerto atestado de barcos y quizás a algún muchacho calentando aceite para arrojar al invasor (vale acotarlo: algunos historiadores sugieren que más que aceite, podría haberse usado agua, porque el aceite era carísimo). Las estampillas infantiles suelen obviar a los comunes que cayeron en batalla. Más si fueron a morirse lejos, en las afueras de la ahora capital uruguaya.
Porque de eso va Cardal, de la primera resistencia montevideana contra el asedio inglés y de la batalla que los irregulares del comandante Bernardo Lecocq plantaron a las tropas inglesas. Como la confrontación puntual es apenas una anécdota, Bentancor y Ginevra aderezan el relato con varias líneas argumentales, historias truncas (porque así son la mayoría de las historias de guerra) y solapados comentarios sobre la vida colonial. Que de eso -además de obligar al periodismo a caer en la cacofonía- se trata la Historia y la historieta histórica.
Bentancor propone seguir los acontecimientos del Cardal como una suma de pequeños momentos, pequeñas personas, que se van conectando unos con otras. Ahí va la partida de exploración a batir el terreno y ver dónde desembarca el enemigo. Allí cómo se involucran en la acción algunos que pueden tener poder de decisión o no, pero que para bien o para mal están metidos en el mismo brete. En este sentido, el guionista elude la épica -que a veces se vuelve pesada en la historieta histórica- y se concentra en las consecuencias personales de un asedio, en lo que la batalla inminente revela de los personajes que la recorren. Al punto que aquí las tropas ingleses son más bien un catalizador de la vida de los protagonistas.
En el prólogo, el editor -Rodolfo Santullo- advierte que se trata de la primera historieta de Bentancor. Dice también que no se nota. Y tiene razón. Hay gran manejo del ritmo narrativo -aunque allí es probable que haya buena mano de Ginevra, que de dominio en ese campo dio ya sobradas pruebas- y un uso juicioso del texto. Quizás por poeta, quizás por periodista -dos disciplinas que a veces deben retacear palabras-, el uruguayo se las arregla para decir lo justo y preciso.
El trabajo de Ginevra, en tanto, es bueno, aunque quizás no está a la altura de otros de sus trabajos más sólidos. Las imágenes fluyen muy bien y son particularmente expresivas, sobre todo porque la técnica utilizada le dota a la novela gráfica el clima que necesita, ese que asemeja a la madrugada, cuando la vida oscila entre la nitidez y la neblina. Se advierte, sin embargo, cierto apuro en algunos pasajes, en particular en los planos generales de batalla. Allí los elementos en segundo plano no tienen el mismo dinamismo y fuerza que guardan los detalles más cercanos al punto de vista que propone el dibujante.
En el balance se aprecia una historia bien contada, bien dibujada y con un enfoque interesante de acontecimientos centrales en la conformación de las naciones rioplatenses.
http://avcomics.wordpress.com/2012/06/01/11956/
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